He tenido otra grata conversación con el médico de cuerpo y alma doctor Rafael Antún Battle, quien me sugirió que escriba un libro titulado “A mi 83 años, juego tenis, doy clase en dos academias y me siento bien”. Agradecido le dije: doctor voy a comenzar entregándolo como artículos y luego Dios dispondrá.
Hacemos rumbo a este derrotero que espero sea del agrado: Vivo impulsado en humilde alegría por los tantos soles, lunas, singladuras de todas índoles, no me doblegan ni arrinconan. No soy de mecedora, a pesar de conservar una tipo María Teresa “que mecía a mi bisabuela que nos despidió alegre en el 1948 cuando acumulaba 114 años”.
Sigo inquieto, inundado de paz interior, se que la oxidación nos ofrecerá recorrer la galería de tantas vivencia. Se me presenta un momento de tierno amor escuchando a la que siempre está conmigo, mi madre sonriente me mira.
Eran las 6:00 de la tarde del 5 de septiembre de 1927. Los dolores eran de amores, llovía a cantaros, el agua y el zinc que techaba el hogar, armonizaban con su música refrescante. Yo sonreía al dolor, era el sexto amor que cuidaría. Mamá era la comadrona, te tenía en los brazos y me dice: míralo Chela, parece le duele el cariño de mis manos, es fuerte, está inquieto. Pues bien aquí Dios me tiene 28 de febrero de 2011. ¡GLORIA A DIOS!.
Siguiendo el rumbo, le digo que duele ver la continuación de la oscuridad, el apagar la luz de la vida de los dominicanos. Los politicastros están empujando a un pacto doloroso, a dudar, a no creer en la ansiada y necesaria democracia. La violan, ignoran y la condenan a los intereses mezquinos.
Con estas ideas fui a la almohada y veo al filósofo maestro del pórtico Zenón de Citio, disertando acerca del deber. Sentía que me alimentaban el alma las fértiles expresiones, ideas morales ausentes en esta selva humana. Zenón concluyó haciendo énfasis que el deber tiene dos sutiles rostros. Uno es acción de la razón y el otro una acción moral.
Desperté, vine al papel y bolígrafo. Cuando el ser humano vive actuando aferrado a las riquezas materiales en su interior hay una lucha constante, incertidumbre, se pierde en el desamor, persigue sin descansar para obtener la primicia pasajera. Se muestran alegres, inflados de un nombre que llaman prestigio, pero, en el hilo de la incertidumbre, dudando de todo. Son varones vacíos. No poseen lo más valioso, el amor que colma la tranquilidad.
Debe comprenderse que el amor no es lo que podemos recibir de los demás, sino cuanto estamos dispuestos a dar y cuanto en efecto damos. No tener derecho a ser amado, sino a amar.
Que somos de carne y hueso, lo esencial es lo espiritual que impulsa toda la existencia, jamás alejarnos de la esencia, el todo, lo espiritual.
Las inquietudes acorralan, no comparten la unidad de la hermandad, no sitúan los valores en el lugar correcto. Todo lo material es pasajero, atrae, esclaviza. Solo la paz interior conduce a la felicidad.
Entre los apuntes que conservo de Cannes, Francia, 1993. Leo un fragmento de una disertación de Epicteto: SI NOS LIBERANOS DE LOS TIRANOS QUE HAY EN NOSOTROS, PODEMOS UNIR NUESTRA VOLUNTAD A LA DE DIOS Y ENTONCES EL MUNDO SE CONVIERTE EN UNA FIESTA. Seguimos conversando. Consérvense buenos.
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.