No soy una persona fanática y admito que no valgo para las adulaciones. A la vez, considero que una persona inteligente por más ego personal que tenga no se deja fascinar por los cientos de elogios que a diario recibe, así como tampoco se deja amedrentar por las innumerables críticas de que es objeto.
Para mí este es el verdadero político(a). Una mezcla de sentido común, inteligencia, buena persona, sencillez, discreción, prudencia, firmeza, vehemencia, responsabilidad, compromiso; y una postura íntegra ante lo que se ha propuesto defender como objetivos en lo personal y político para con su país.
Siempre he visto la actividad política partidista-desde lejos- que, en mis tiempos de juventud idealizaba más que analizaba. Aunque le temía, no sé si por miedo a equivocarme y no poder rectificar o, en realidad era el pavor que me invadía ante los políticos y la política en sí. Era simple pensar que los gobernantes hagan lo correcto, pero no lo hacen,-¿por qué?
Nos guste o no. La historia así nos lo demuestra, han sido y son superadas a diario las dificultades nacionales, internacionales y mundiales de los países desde la aparición del ser humano en la Tierra, a través del ejercicio político. Pensemos en los cientos de ciudadanos(as) que en estos dos meses han entregado sus vidas por su país en África del Norte (República Tunecina o Túnez y Egipto; Yemen, Bahréin y ahora en Libia).
De modo que tras los años marchitar mis ilusiones con la creencia de que un partido político y, me refiero en particular, al Partido Revolucionario Dominicano, podría volver a ser una opción viable entre el Estado y la gente común; me he sentido con el compromiso personal de sucumbir y apostar por la actividad política partidista; como garante de los ciudadanos(as) para atajar la agobiante situación actual en nuestro país.
¿Cuántas veces me habré preguntado a lo largo de mi vida, qué nos pasaba como Nación? De seguro ustedes que a diario lo viven en “carne propia” se preguntarán lo mismo. He tardado en desenmarañar nuestra tragicomedia política tradicional; presumo de ello con la perplejidad propia de una ciudadana que toda su vida lo que ha hecho ha sido estudiar y trabajar como la gran mayoría de ustedes.
Todo lo anterior por desgracia, nos lleva a la conclusión de que, como otros países subdesarrollados de la región, hemos estado durante siglos atrapados en las telarañas carismáticas y seductoras de los que se han enarbolados llamándose líderes insustituibles. De los que a diario les prohíben a las masas-sí, a esa clase pobre que madrugan para acudir a votar y que apenas saben hacer una equis-de aprender lo elemental y algo de “educación política”, (la cual debería ser una asignatura más en la educación primaria), para saber elegir a sus presidentes, senadores, diputados, alcaldes, regidores, etc.
Así, leemos mentiras y humillantes promesas como si las penurias eliminaran la capacidad de pensar. Como prometer la “abolición de la pobreza” por parte de un genio ministro peledeísta. Otros, por otra parte, su vocabulario se vuelve repetitivo. El manoseado término “prometo” me tiene desesperada debido a que, nos tienen en todas las campañas políticas con lo mismo, ¿pero, cuándo veremos estas “promesas” cumplidas?
Al final, no les echo la culpa a los presidentes que hemos tenido. Ellos simplemente han movido de lugar nuestras dificultades, extrapolándolas de un lugar para otro, de un gobierno a otro; de un partido político a otro y, así sucesivamente, cuatrienio tras cuatrienio y décadas tras décadas e incluso de un siglo a otro. Es todo un don o habilidad política; aunque me parece que es la sumatoria de la pobreza e ignorancia escolar y política trucada en las urnas.
Los dominicanos(as) sólo deberíamos y tendríamos que acudir a dos citas políticas: el próximo 6 de marzo de 2011 y el 20 de mayo de 2012. A votar, de ser posible, por el primer gestor presidente dominicano, señor Miguel Vargas.
Madrid-España.