Nadie daba un duro por la temporada alta de Canarias a finales de verano. Ni el más avezado augur podía prever lo que esta acaeciendo. De pronto, como un maná caído del cielo, los hoteles se están llenando. Las desgracias ajenas, las de Egipto y Túnez, han traído la alegría al archipiélago.
A las islas más periféricas y a las más cercanas. También al litoral costero español. Porque las reservas hacia nuestro país aumentan a un ritmo muy superior al del año pasado. No se han disparado, como apunta un diario regional, pero casi. Y es que no tienen más alternativa que nuestros destinos.
Ayer no se presentaron siquiera en los aeropuertos italianos los turistas de este país que iban a pasar sus vacaciones en Egipto. En el Sur de Egipto, no en El Cairo. Que conste este hecho. Es decir, turistas de sol y playa como los de Canarias. En Baleares se tiran de los pelos los que no abrieron este invierno.
Era difícil de imaginar que la situación política de Túnez y Egipto redundaría de forma tan beneficiosa en nuestro sector de alojamiento. Los diarios hablan de los mercados británicos y alemanes, pero se olvidan de las cifras de Italia. Sólo Alpitour envía 500.000 turistas al sur del país egipcio.
O sea, que por mucho que los directivos y portavoces de las cadenas minimicen la situación de los tres destinos vacacionales punteros -Sharm el Seikh, Hurghada y Marsa Alam- lo cierto es que por meses van a dejar de ir a estas zonas. Por eso Canarias vivirá un boom como no recuerdan desde hace tiempo.
El negocio turístico es extremadamente sensible. Precisamente por depender de factores exógenos hay que estar siempre alerta. Un huracán, una huelga, una epidemia, etc. Lo que hoy les afecta a los demás —no me refiero a la política— mañana nos puede perjudicar a nosotros. Pero hay que agarrarse a un clavo ardiendo.