El 20 de enero de 1983. Es duelo Nacional, es la partida a la casa del Señor de Don Manuel Fernández Marmol, Vicepresidente de la República, mi alma está inundada de fría tristeza y dirige la ceremonia de honores al inolvidable buen amigo. Nuestro interior siente un gran vacío, había vivido la verdadera amistad donde es necesario ver, porque creemos más a los ojos que a los oídos.
El filósofo Cleantes no habría podido reproducir con tanta exactitud la imagen de su maestro, el filósofo del pórtico Zenón de Citio, sí sólo le hubiera escuchado, pero tuvo presente su vida, pudo contemplar sus secretos y observar si vivía de acuerdo a su doctrina. Platón y todo aquel grupo de sabios llamados a seguir rutas tan diversas, sacaron más provecho de las costumbres de Sócrates que de sus palabras. A Metrodoro, a Hermaco y a Polieno, no les hizo grandes la escuela de Epicuro, sino la convivencia con ese filósofo.
Los hombres sencillos, íntegros, sanos de espíritu, no se van. La naturaleza interior los mantiene como el rico tesoro de hermandad. Cuantas veces disfrute la presencia de Don Manuel, vi que vivía de acuerdo a la nobleza de su alma. Al tratarlo me sentía mejorado, su bondad era infinita, sus gestos serenos atraían como el murmullo cantarino del agua que surge entre las piedras pulidas del manantial; la serenidad de sus pasos fraternos, silenciosos, invitaban al abrazo de los corazones. Poseía los grandes bienes de la moral, aceptación, sinceridad y el don natural de crear amor entre los hombres, conciliador por excelencia. El bien dentro de su propia naturaleza donde es honrado, y surge por dentro de sí mismo.
No es un atrio lleno de bustos ennegrecidos lo que hace noble. Es el alma lo que hace noble y es aquello a lo cual se puede elevar desde cualquier condición por encima de la política.
Cuando alguien soporta valerosamente los tormentos ejercita todas sus virtudes. Tal vez una de ellas la paciencia, queda más manifiesto y brilla con mayor esplendor, pero allí se encuentra también la fortaleza, de la cual la paciencia y la resistencia y la resignación no son más que ramas, allí se encuentra asimismo la prudencia, sin la cual no hay consejo posible, y que se inspira la resolución de soportar lo más valerosamente que pueda aquello que no se puede evitar. Allí encontramos la constancia que nadie puede mover de su propósito, allí en suma aparece el cortejo de todas las virtudes. Todo acto honesto es obra de una virtud, pero realizada bajo el consejo de todos, es que lo que aprueban todas las virtudes es deseable que aparezca hecho por una sola. Este es el retrato hablado que conservo del hombre benévolo Don Manuel.
No sé si mi inolvidable amigo está en la página del olvido de los compañeros y me impulso a desear ver el nombre MANUEL FERNÁNDEZ MARMOL en la entrada del salón de reuniones del Partido Revolucionario Dominicano. Sería una invitación a la comprensión, la tolerancia y el amor del hombre por el hombre. Me inclino al recordar que alguien dijo HONRAR HONRA.
El auto es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.