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Carlos Andrés

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Hostigado hasta los últimos segundos de su agonía por la inquisición chavista, que no reparó ni ante el accidente cardiovascular que le produjo una parálisis parcial, falleció el pasado 25 de diciembre en Miami, a los 88 años, el expresidente venezolano Carlos Andrés Pérez, gran amigo del pueblo dominicano y figura procera  de la democracia latinoamericana.

Integrante de una generación política que lo arriesgó todo para derribar la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y que legó el referente de concertación más hermoso que se haya producido en América: El Pacto de Punto Fijo. Creyó firmemente en la autodeterminación de los pueblos, lo que lo llevó a convertir a los venezolanos en los dueños de su hierro y de su petróleo, arrancándoselo a fuerza de coraje a las poderosas multinacionales que explotaban esos recursos, sino que además acompañó firmemente al general Omar Torrijos en las reclamaciones a Estados Unidos para la entrega del canal de Panamá a los panameños.

Nadie contribuyó más que él con los nicaragüenses para liberarse de la pesadilla somocista; nadie acompañó más a los dominicanos para poner fin al período balaguerista de los doce años; nadie más solidario con los exiliados antitrujillistas que trató en Cuba y Costa Rica. Es artífice del Acuerdo de San José, el primer gesto solidario para compras ventajosas de petróleo.

Desde el 2001, cuando se gestó en la justicia venezolana la primer orden de captura, para presionar al gobierno dominicano a que sacara de este país a un hombre que lo único que había hecho fue tender su mano amiga, para todos los 27 de octubre, fecha de su cumpleaños, aunque tuviera en sala de cuidados intensivos se renovaba la orden de captura por presuntos actos de corrupción verificados por unos jueces politizados hasta los tuétanos.

Se le construyó la imagen de corrupto, totalmente divorciada de la modestia percibida por quienes tuvimos oportunidad de introducirnos en su intimidad. Se especuló siempre que tenía cuentas y riquezas por doquier, pero tales tesoros obedecían a la fabulación, y prueba es que murió y las dos familias que forjó no se enfrentan hoy por la herencia, sino por la primacía del cadáver.

Casó primero con su prima Blanca Rodríguez, con la que procreó seis hijos, pero desde hace más de cuarenta años la mujer que todos sus amigos le tratamos es Cecilia Matos, la madre de sus hijas Celia Victoria y María Francia, ésta última celebró su boda en Santo Domingo, con el suizo Rafael Zemp.

Me dijo una vez que cuando se analicen las causas profundas del colapso de los partidos venezolanos, se verá cuanto daño causa el clientelismo. “En Venezuela cada 30-50 años viene un volcán que interrumpe contra todo. Es la cultura del odio, que nos ha deparado violencia y autodestrucción”.

Su deseo postrero era entregarse a aguardar la conversión en polvo en la tierra  que amó tanto como  Miranda y  Bolívar, pero jamás bajo la gestión de quien ni muerto le respetará. Y reservó parcela sepulcral en Miami, pero parece que, aún  muerto, tendrá que seguir luchando por la libertad.

Descanse en paz presidente, que el juicio sereno de la historia habrá de tratarle como usted merece.

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