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Leonel ¡E pa´abajo que va!

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Un hombre que cuando habla lo que la gente hace es ponerse a cuantificar cuantas mentiras va a decir, debe bajar aceleradamente en la preferencia del electorado.  En esta columna he expresado mi preocupación por la caída tan en picada de los números presidenciales. Palacio intentó responder formando un desacreditado movimiento reeleccionista, al que los poetas aplastamos con un simple verso. ¡La reelección no va ni con votos ni con botas!

La caída en las preferencias del presidente se acelera y entonces ellos responden como lo hace el que administra dinero mal habido. Salieron a comprar tránsfugas, a fabricar traidores y ha poner a los charlatanes senadores a realizar un deprimente acto de respaldo, tan deprimente que al otro día al medir la popularidad del presidente encontraron que había caído tres puntos, es decir, perdió 135 mil antiguos seguidores.

He advertido el peligroso estado en que se encuentra esta administración porque sé cuán aficionado a conceptualizar mentiras  es nuestro Primer Mandatario, y es obvio que esa conducta fabrica seguidores, con grado de perversidad elevado. Ya lo dijo el padre Anselmo en su muy sentida carta, los políticos que van a ser corruptos, roban juntos y se ensartan.

Los dueños de la conciencia pública ahora somos los poetas, los profetas que dotado de autoridad moral y credibilidad intelectual hacemos lo que hacia Don Juan Bosch. ¡Lo correcto!, lo correcto aunque nos perjudiquemos. Palacio y sus gatos reeleccionistas sólo hacen lo que políticamente le beneficia, aunque sea perverso.

Como por ejemplo, ahora tienen programada una serie de actividades reeleccionistas, iniciada con el degenerado documento de los senadores, al que se sumarán los  diputados, después los síndicos, luego los regidores, los ministros y hasta las mierdas que poseen un puesto en la administración pública firmarían cartas de respaldo.

El movimiento se perfila tan corruptamente perverso que el Comité Político, aterrorizado por una posible división, declararía a Leonel como candidato único y el Comité Central lo refrendaría. El poeta, el profeta le hace otra profecía: ¡Es más fácil cambiar el candidato del Partido, que cambiar lo que el pueblo quiere!  

Cómo obligar a Palacio a entender esa profética verdad. Déjenme hacerle una historia para que ustedes entiendan lo difícil de la situación: los intelectuales trujillistas se dieron cuenta de que El Jefe estaba enfermo de megalomanía y se pusieron de acuerdo para proponer entregarle  a Trujillo cuantos títulos pudiesen existir. Balaguer, como maestro en perversidad inició el proceso, luego Peynado, después Troncoso de la Concha y así siguieron hasta volver loco al diabólico tirano.

El criminal, quien no se merecía ninguno de los títulos, para convencer al pueblo de su autenticidad, todos se los guindaba al cuello. Tanto le exaltaron su megalomanía, que en medio de este poderoso Sol tropical, lo pusieron a vestir el traje del Conde Drácula. Ya Leonel tiene, con los mismos resultados, dos títulos trujillistas: el de Premio Nobel de la Paz y el de Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Lengua. Igual que Trujillo, el de Nobel de la Paz no pudo conseguirlo, pero el de Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Lengua, como es de factura local, ya lo  tiene sobre sus hombros.

Leonel ha enfermado de megalomanía y dice ser el Destino. Pero su megalomanía tiene una patología bastante extraña: le gusta ver a sus seguidores sufriendo de ansiedad, goza al verlo en estado excesivo de inquietud, temor, inseguridad, zozobra o sensación de cancelación inminente.

Para glorificar ese Estado ha convertido el Partido y el Gobierno  en los mismos aparatos en que los convirtió el macabro tirano: Félix Bautista juega el papel del ladronazo  y difamador, Anselmo Paulino,    y Freddy Pérez, el del  depravado Virgilio Álvarez. ¡Qué equipazo?

No importa cuantos tránsfugas compren o cuantos traidores fabriquen, la popularidad de Leonel es irrecuperable, por los menos en los próximos dos años. Aquí el poeta, el profeta le hace otra profecía: ¡Las aguas de un torrente no se devuelven, siguen su cauce! Ahora, el torrente popular sólo canta una canción que no tiene como devolverse: !Leonel, e pa´bajo que va, e pa´bajo que va, e pá bajo que va…!

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