Hay fechas que pasan a la historia de los pueblos como inolvidables e históricas, ya sea porque suceden acontecimientos que marcan positiva o negativamente sus memorias. Es el caso del 29 de noviembre de 2009, recordado por dominicanos y dominicanas como uno de esos días en que resultaron fallidas las pretensiones de algunos que quisieron cambiar el destino y no escuchar el clamor popular, basado en el informe de una misión de expertos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que declaró la construcción de la cementera en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional de Los Haitises como no viable ni pertinente.
Entonces hubo mayoría de voces y criterios comunes a la hora de defender lo que se consideró justo, como ahora se enfrenta el nuevo reto de obtener el necesario 4 por ciento del PIB para la educación en el país.
Las luchas, generalmente, logran su objetivo cuando la unidad de los sectores, sin importar la bandería política, ni religión, ni otras calificaciones converge en lo que se considera justo y necesario.
Se trata de una presión que no debe cesar hasta que el gobierno entienda que no se trata de meras solicitudes, carentes de juicio. Más aún, el informe “República Dominicana 2010-2020”, elaborado por una comisión dirigida por el economista francés Jacques Attali, contratado por el gobierno que encabeza el presidente Leonel Fernández, afirma que la República Dominicana es uno de los Estados latinoamericanos con bajos rendimientos debido, esencialmente, al bajo gasto del Estado en educación, de la cual “se ha casi desvinculado”: El gasto del Estado en la educación –afirma-es muy reducido en comparación con los presupuestos dedicados a este concepto en los otros países de la región: 2 por ciento aproximadamente en la República Dominicana, frente a más del 4 por ciento en promedio de la región”.
La manera en que la nación paga esta insuficiencia es harto conocida. La realidad marca que las propuestas del informe son impostergables e ineludibles. Otra vez debe el oído gubernamental escuchar ese clamor que se alza en la nación dominicana, porque “tantas voces no pueden equivocarse”.