En el vecino país haitiano, la proximidad de la campaña para las elecciones de noviembre avanza en medio de “un clima social explosivo” debido a la situación que viven miles personas afectadas por el terremoto del pasado 12 de enero; mientras, en Washington se conversa sobre “la necesidad de que se produzca un acuerdo tripartito entre Estados Unidos, República Dominicana y Haití que propicie la reconstrucción y el desarrollo de la nación más pobre de América…”.
El análisis no es nada simple, ni puede reducirse a la sola idea de que la “falta de confianza por la incapacidad mostrada por las autoridades haitianas (…) ha impedido que la ayuda internacional fluya de manera adecuada para la reconstrucción de Haití”.
Estas son frases del senador Rudolph Henry Boulos, quien ha propuesto que los organismos internacionales se vinculen a los líderes locales para posibilitar que el territorio haitiano pueda “levantar”, finalmente, después de la devastación, agudizada por la situación de antes.
En Haití convergen las faltas de confianza con los desórdenes sociales, incapacidad institucional y un grado de corrupción que genera y multiplica males. A lo anterior se suma que, a veces, los que tienen poder y dinero se olvidan de esos compromisos que adeudan con quienes, siglos atrás, coadyuvaron a que hoy sean desarrollados y fuertes.
Henry Boulos promete la construcción de escuelas, llama a que se impulsen proyectos que generen empleos y sus palabras han sido aplaudidas por multitudes que le aclaman y apoyan en sus actividades proselitistas.
¿Alguien cumplirá finalmente con tan necesarios compromisos? Las elecciones generales y legislativas haitianas del 28 de noviembre próximo no pueden quedarse ahí; son insondables las realidades de quienes no pueden descender más en los infortunios. Deseamos, ante todo, que el pueblo haitiano resurja, esperemos y actuemos, claro, sin olvidar las condiciones precarias de su vecino, el pueblo dominicano.