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Aportes intangibles

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Hubo factores de geopolítica determinantes en el derrocamiento del presidente Bosch. En “Golpe y Revolución”, Víctor Grimaldi sostiene: “Cuando el Presidente Juan Bosch toma juramento el 27 de febrero de 1963, la estabilidad de su futuro gobierno estaba amenazada por la lava de un volcán casi en erupción. Ese volcán estaría constituido por todos los conflictos que se produjeron durante 1963 en y contra el gobierno de Duvalier en Haití.

“La entrevista con el Embajador Thurston depositada en la Biblioteca John F Kennedy, en Boston, da a conocer íntimos detalles del involucramiento del Embajador Martin en las acciones contra Duvalier y la participación directa del presidente Kennedy en el apoyo a la oposición haitiana, incluyendo el respaldo que le dio a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a las guerrillas del general exiliado haitiano León Cantave desde el territorio dominicano.

“Las actividades encubiertas del General Cantave y la CIA concluyeron el 23 de septiembre de 1963 con un enfrentamiento entre el Presidente dominicano Bosch y algunos de sus jefes militares, lo que precipitó el golpe de Estado de septiembre de 1963”.

Evidentemente que el profesor Juan Bosch no era el candidato con el que contaba Estados Unidos para regir la política de su frontera imperial, que en ese momento se resumiría en un objetivo: evitar una nueva Cuba.

Estados Unidos quería desentenderse de Duvalier, como lo había hecho de Trujillo, no por las atrocidades, sino porque sus regímenes podrían contribuir a crear condiciones subjetivas y objetivas para nuevas revoluciones.

Lo único que hubiera garantizado su permanencia en el poder, era convertirse en un vulgar títere de los intereses estadounidense, eso habría frenado toda la conspiración interna que se atizó desde el empresariado, la Iglesia y la cúpula militar.

En “Cómo fue el gobierno de Juan Bosch”, Felucho Jiménez dice: “El miércoles, 27 de febrero de 1963 se juramentó como presidente de la República el profesor Juan Bosch. A partir de ese día, desde las 12:09 p.m, hora en la que el nuevo presidente juró defender la Constitución y las leyes de la República, se inició en nuestro país un gobierno que aunque efímero, apenas 210 días, dejó señalado para siempre el camino que debían seguir los gobernantes dominicanos”.

Jiménez, como lo ha hecho René Fortunato en “La Democracia Revolucionaria”, documentan las actuaciones del presidente Juan Bosch en ese corto período, lo que no pueden mostrar, son los aportes intangibles que son tan importantes como el conjunto de leyes y decretos, adoptados para producir cambios, así como se los procuró una de las constituciones más progresistas que ha tenido el país desde su surgimiento, la de 1963, auspiciada por el presidente derrocado.

No puede obviarse que esa gestión se produjo en el contexto de la “guerra fría”, cuando los jóvenes, de manera especial, los de América Latina, por el estímulo de la revolución cubana, eran persuadidos por la idea de cambios radicales por vía de las armas.

Que en este país la mayoría de la juventud de avanzada se identificara con la siembra ética de Bosch, permitió preservar miles de vidas que se hubiesen ofrendado a las utopías, sin ninguna posibilidad de éxito.

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