El último caso de decapitación de dos jóvenes en San Cristóbal, al igual que el asesinato de cinco personas en la autopista Duarte el mes pasado, ha causado gran alarma en diversos sectores de la sociedad que entienden que en República Dominicana se estaría levantando una nueva forma de crimen por encargo o sicariato, que hasta el momento sólo se conocía en México.
Este lunes, los comentaristas de televisión, en el transarte público, en las oficinas, en las empresas de servicios, sólo hablan de la sorprendente imagen de los cuerpos descuartizados encontrados con las cabezas desprendidas.
En México, el crimen organizado corta la cabeza a las personas y las exhiben como muestra de venganza, cuando la otra parte no cumple con lo pactado, ya sea que no pague por un secuestro o “un tumbe” de droga.
“Bueno…esto ya se está poniendo feo. Ya estamos igual que en México. Me está empezando a dar miedo…”, es parte de los comentarios que hace la gente en los diversos lugares.
El 30 de agosto del 2008, los medios de comunicación de México informaron que 12 personas fueron encontradas decapitadas en el Estado de Yucatán, al este del país. Las autoridades creen que los crímenes lo cometió cártel de narcotraficantes del Golfo o de su brazo ejecutor, Los Zeta, en contra de las autoridades que combaten el narcotráfico.
También en México, el 1 de abril de este año cuatro cabezas fueron encontradas en las calles de Apatzingán, un importante municipio de Michoacán.
La Dirección de Seguridad Pública de ese municipio de la región de ‘Tierra Caliente’ informó de que la localización de los cráneos ocurrió por la noche, al pie del monumento dedicado al ex presidente de México, general Lázaro Cárdenas, situado en el Centro de esa ciudad.
La violencia ligada al crimen organizado ha dejado en México más de 28 mil muertos desde diciembre del 2006, cuando el presidente Felipe Calderón lanzó un operativo contra el narcotráfico en el que participan más de 50 mil militares.
En el caso dominicano, los cadáveres de dos jóvenes decapitados fueron identificados por sus familiares como Marcos Douglas Figueroa Ferreira, de y Vladimir Paulino Consuegra, ambos de 21 años de edad.
Marcos residía en la calle Ángel Serrano Cabral, número 1,435, del ensanche Quisqueya del Distrito Nacional; Vladimir Paulino Consuegra, en la calle respaldo Nazanero, número 06, de Los Guandules, también en la capital dominicana.
Según informes, los jóvenes sostuvieron recientemente una pelea en Megacentro con tres hombres sólo conocidos como "Zacapín", "Willión" y "El Menor”, por un supuesto tumbe de drogas, que las víctimas habrían hecho a una banda que se dedica al tráfico de drogas por el Aeropuerto Internacional de las América.
Un mes antes fueron encontrados varios jóvenes muertos de disparos en la cabeza y con síntomas de torturas. Tres de estos fueron identificados como José Miguel Belén Rodríguez, de 23 años; Mélido Nayi Hernández, de 25 y Sandy Mariano Durán.
Aunque en una fecha muy anterior, pero no menos importante, fueron hallados los cadáveres de Ramón Paulino, Carlos Manuel Vicente Rivas y Elvin Nouel Díaz Domínguez, en el mismo tramo carretero con un tiro en la nuca cada uno.
Hurgando en el internet encontramos que durante muchos años, sobre todo en los países europeos, ser decapitado se consideraba una muerte honorable. Un privilegio reservado para la nobleza, que se ahorraba así la penosa agonía de otros métodos más cruentos como la hoguera, la horca o la rueda. La decapitación se hacía con un hacha.
Luego de la decapitación, las autoridades buscaban disuadir a los traidores o criminales exhibiendo las cabezas en lugares estratégicos de la ciudad. Por lo general, aparecían a la mañana siguiente, clavadas sobre estacas o dentro de pequeñas jaulas que colgaban de los árboles.
En Oriente se utilizaba la espada. Un samurai, por ejemplo, estaba habilitado para castigar con la decapitación a cualquier persona bajo su rango; es decir, a casi todos.
Nacida con la revolución y ligada desde siempre a la pena de muerte en Francia, a fines del siglo XVIII surge la guillotina. El artilugio poseía una hoja triangular que, cayendo en forma perpendicular, cortaba cualquier objeto colocado bajo su sombra. Su contundencia impresionó a varios testigos cuando fue probada con cadáveres y algunas ovejas vivas.
El accionar de la guillotina era una mezcla de espectáculo y fiesta popular. La gente se agolpaba frente a las ejecuciones, empujándose para ver mejor. Los padres llevaban a sus hijos. Se repartían programas donde se detallaba la lista de condenados. Hasta que la novedad se transformó en algo previsible y aburrido.
Este medio quiere alertar a las autoridades correspondientes para que pongan un rápido stop a esta situación, para que luego no se salga de control y aleguen que no se dieron cuenta de lo que estaba pasando.