Tomasina Altagracia Cabral Mejía (Sina), era contemporánea con María Teresa Mirabal. En entrevista exclusiva para este multimedios, recuerda los tortuosos días en que fue objeto de las torturas en las cárceles trujillistas y su encarcelamiento junto las Muchachas de Salcedo.
“Minerva era mayor, casi diez años, pero hicimos la residencia universitaria juntas. Tuvimos muchas oportunidades para conocernos. Patria ya estaba casada y por esas excelencias que desarrolló como ama de casa, mi hermano Tobías, cuando la visitaba, venía encantado por su conducta, sus flores, su familia, todo.
“Patria viajaba siempre con papá y mamá a vernos cuando nos tuvieron presas. Ellos la querían muchísimo. Fue a la que más trataron.
“La segunda vez que nos hicieron prisioneras éramos tres, Minerva, María Teresa y yo. Nos soltaron el 9 de agosto y yo me asilé el 12. Desde el 18 de mayo estábamos presas. Allí en la cárcel, hasta los guardias nos llamaban Mariposas. Fue en esa segunda prisión y esta denominación salió de los muchachos, ellos comenzaron a nombrarnos así.
“Nos llevaron a la 40 y allí nos tuvieron 11 días, no siempre juntas. En esa ocasión, a mi me buscaron en San Francisco de Macorís, en la casa de los suegros de mi hermana.
“A Minerva se la llevaron de casa de Mamá Chea. A María Teresa la dejaron de momento porque tenía bronquitis. Mas, yo oí la comunicación por radio donde informaban que una se había quedado porque estaba enferma, pero otro respondió que no, que no la dejaran y la condujeran como fuera.
“María Teresa llegó tapada con una frazada, sudando fiebre. Esta vez, pretendían que le escribiéramos a Trujillo para darle las gracias, quizás por el trato, o qué se yo por qué…
“Ya en la Victoria nos pusieron en una celda a las tres. Allí, los muchachos nos mandaban leche, todo lo que pudieran conseguir. Era tanta el hambre que yo me la tomé pura y me puse muy mala.
“Después que juzgaron en esta segunda oportunidad a Minerva y María Teresa, teníamos la visita de mi familia y de Patria, que nos metía los mensajes en los papeles sanitarios, dándonos noticias del mundo exterior.
“De esta prisión guardo recuerdos extraordinarios y muchas anécdotas. La madre de las Hermanas Mirabal, Mercedes Reyes Camilo, Mamá Chea, hizo tres colchones, para sus dos hijas y otro para mi espiritico blanco, como me llamaba. Allí leíamos mucho, Minerva era la más culta de las tres, leía poesía.
“María Teresa no entonaba nada, ni cuando cantábamos el himno. Nos reíamos de cómo desafinaba. Pero, dedicábamos muchas canciones de contenido social a los prisioneros del pabellón, que ya habían sido juzgados.
“En el régimen de Trujillo lo peor no sólo fueron los asesinatos, sino cómo rebajó este pueblo en su dignidad. Aún así, no pudieron vencer nuestra resistencia. Eran esos los días en que se rumoraba que iba a venir una Comisión de la OEA y eso influyó en que nos trataran un poco mejor.
“Allí, en La Victoria, Minerva pidió yeso a los guardias. Le preguntaron si iba a hacer una bomba con yeso y ella dijo sencillamente que no, que era para hacer un busto. Se lo consiguió Patria y ella elaboró dos, uno mío, que está en el Museo de las Hermanas Mirabal.
“En la cárcel cosíamos, tejíamos. Recuerdo que hicimos tres corbatas: una para Fidel, otra para Raúl y una tercera para el Che. Se las mandamos de regalo.
“Fue en esos días cuando tuve esa conversación con María Teresa, en la que ella me confesó que por primera vez había pensado en la muerte. Se sentía tan joven que esa idea nunca antes le había pasado por su mente. Yo le aseguré que no iba a esperar que me apresaran la tercera vez, que iba a asilarme. Pero ellas pensaban que si hacían lo mismo, podían matar a sus esposos.
“Me asilé en la embajada de Buenos Aires. Salí al exilio el 12 de agosto. Desde Argentina fui a Nueva York y regresé el 18 de enero de 1962 al país. Supe de sus muerte en Buenos Aires”.
A la distancia del tiempo.
“Son recuerdos muy tristes, hay muchos muertos, muchos desaparecidos. A la distancia del tiempo, aunque hemos alcanzado logros, pienso que son tantas las cosas que nos habíamos propuesto en aquel programa mínimo que aún no hemos conquistado.
“Tanta gente buena se fue, perdimos a tantos seres idealistas. Porque éramos así, no perseguíamos ningún bien material, ni posiciones, sólo pensábamos en hacer desaparecer, primero a un tirano, un sátrapa, una persona detestable y asesino como Trujillo.
“Ese era el primer paso, después teníamos sueños que cumplir y siempre me pregunto si hay proporción entre lo que hemos conseguido y lo que perdimos. Nuestros países tienen tanto que alcanzar en los terrenos de la salud, la educación, en las cuestiones sociales.
“No podemos olvidar nuestra historia, porque quien la calla se hace cómplice de que se repitan muchos episodios que no deben ocurrir nunca más. Digo esto porque, aunque permanezco en mi casa y no estoy activa políticamente, si ando vigilante y no me importaría salir de nuevo si fuera necesario para combatir, aunque fuera con un bastón.
“A las nuevas generaciones siempre les hago un llamado para que no sean indiferentes. Existe un bombardeo constante de comodidades y la gente se acostumbra a vivir sin preocupaciones. Los ideales puros, la identidad, que es tan indispensable para actuar, van quedando en un segundo plano y pienso que es suyo también ese compromiso con aquello que nosotros comenzamos y que otros anteriormente hicieron suyos”.
En relación con la mayor de las hermana Miraba, Patria, Sina asegura: “Creo que sus honran la memoria de su madre con su conducta. Ella fue una mujer especial. El amor a su familia no limitó jamás el amor a su país. Porque, aunque aparentemente daba la impresión de mantenerse al margen, para no arriesgar a los demás, de mantener ese perfil bajo al parecer, si estaba comprometida desde todo punto de vista y sabía que en cualquier momento podía ser agredida directamente ella y su familia también.
“Finalmente, quiero decirle que Patria es ese recuerdo amoroso de la mujer inteligente, rebelde y madura. Algo así como una segunda madre, porque siempre actuaba como mediadora en todos los conflictos.
“Lo que aconteció ese 25 de noviembre de 1960, se reflejó en toda la nación. La muerte de las Hermanas Mirabal repercutió como una verdadera desgracia nacional.
“Pero, yo quiero, antes de concluir esta entrevista hablar de una mujer sin igual, de Mamá Chea: una verdadera heroína a quien nunca se le ha hecho verdadera justicia a su memoria.
“Cuando regresé del exilio fui a verla y no sabes cómo lloró cuando me dijo: Ay, mi espiritico blanco. Tú regresaste, pero mis hijas no vuelven.
“Ella no había llorado tanto como cuando yo volví. Y si hay algo que este pueblo debe reconocer es el valor de esa madre con las tres cajas de sus hijas muertas delante. Con cuánto valor enfrentó esa desgracia y, encima, crió a todos esos niños huérfanos, como dice el hijo menor de Patria, Raulito, con mucho amor y sin rencor. A ella también quiero dedicarle estas últimas palabras, a su ejemplo”.