Los adultos jóvenes que duermen menos de ocho horas por noche tienen mayores riesgos de malestar psicológico, una combinación de niveles elevados de síntomas depresivos y de ansiedad, según un estudio del Instituto de Investigación del Cerebro y la Mente y el Centro de Investigación Integrada y Comprensión del Sueño de la Universidad de Sidney en Australia que se publica en la revista ‘SLEEP’.
El estudio muestra una asociación lineal entre las duraciones de sueño de menos de ocho horas y el malestar psicológico en adultos jóvenes de entre 17 y 24 años de edad. El riesgo de malestar psicológico aumentó en un 14 por ciento por cada hora de sueño nocturno perdida. Así, aquellos que duermen menos de seis horas por noche eran dos veces más propensos a este malestar que quienes duermen las ocho horas de sueño.
Los investigadores descubrieron una asociación similar entre la duración del sueño y el malestar psicológico persistente. El riesgo de que una persona con malestar psicológico base siguiera con el malestar tras un año de seguimiento aumentaba en un cinco por ciento por cada hora de sueño nocturno perdido. Las duraciones de sueño largas de más de 9 horas no mostraban ninguna asociación con este malestar psicológico.
Según explica Nick Glozier, director del estudio, "en adultos jóvenes que ya experimentan malestar, a menor número de horas de sueño que duermen peores son los resultados en todo el rango de horas de sueño".
El estudio también mostró que el riesgo de inicio de malestar psicológico era mayor sólo en aquellos adultos jóvenes con duraciones de sueño extremadamente cortas. Los participantes sin malestar psicológico de partida que informaron de cinco horas de sueño o menos por noche eran tres veces más propensos a sufrir el malestar psicológico un año después.
En el trabajo participaron 20.822 adultos jóvenes de Nueva Gales del Sur (Australia) que completaron una encuesta confidencial en la que informaban sobre el número de horas de sueño durante el mes anterior. El 30 por ciento de los participantes dormía entre siete y ocho horas por noche y un 18 por ciento informó de un sueño menor a las 7 horas. Menos del 2 por ciento de los sujetos del estudio tenía una duración del sueño extremadamente corta de menos de 5 horas por noche.
El malestar psicológico se evaluó utilizando la Escala de Malestar Psicológico Kessler (K10), una herramienta muy utilizada que evalúa los problemas de salud mental de una persona durante las cuatro semanas previas. El cuestionario incluye aspectos que inciden en la sensación de cansancio, nerviosismo, desesperanza, falta de descanso, depresión, tristeza y pesadumbre. Una puntuación elevada indica que una persona es propensa a sufrir de un trastorno mental. Alrededor del 32,5 de los adultos jóvenes del estudio tenía niveles elevados de estrés psicológico como punto de partida en el estudio.
Un subconjunto de la muestra seleccionado aleatoriamente con 2.937 participantes completó la encuesta de seguimiento entre los 12 y los 18 meses después de la entrevista inicial. El nuevo inicio de malestar psicológico se descubrió en 239 de los 1.992 participantes, un 12 por ciento, que no tenían malestar psicológico al inicio del estudio. El malestar psicológico persistente se descubrió en 419 de los 945 participantes, un 44 por ciento, que padecían malestar al inicio del estudio.
Los autores señalan que la relación entre sueño y malestar psicológico es compleja. Aunque una duración del sueño corta podría ser un riesgo real para el malestar, es posible que la pérdida de sueño sea un síntoma de episodios previos de malestar psicológico que han mejorado o que las alteraciones en el sueño reflejen otro trastorno que impide que se resuelva este malestar.
Los descubrimientos del estudio sugieren que los aumentos recientes en los niveles de estrés de los que informan los adultos jóvenes podrían estar relacionados con cambios en sus patrones de sueño.
"El aumento de la incidencia del malestar del que se ha informado en muchos países durante la pasada década o la anterior en esta población de adultos jóvenes podría reflejar el estilo de vida u otros cambios que conducen a menos horas de sueño", concluye Glozier.