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¿Por qué los musulmanes y los judíos no cuestionan a Dios?

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Cuenta la tradición bíblica –y en esto confío en mi santa memoria-, que el patriarca Abraham no había logrado tener hijo con su legítima esposa sara, que no había logrado procrear un heredero con su princesa y que la avanzada edad los lleno de miedo, a los dos. Para que engendrara descendencia Sara le permitió al Patriarca poseer a su esclava Agar, conocer como se decía en aquel tiempo, a su esclava egipcia. De esa divina relación nació el primogénito de Abraham, que luego seria llamado el bastardo Ismael, el poseedor de la maldad heredada, de la maldad originada por la impureza de la sangre.

Fruto del pacto con Dios Sara salió embarazada y trajo al mundo a Isaac, al caballo árabe de pura sangre, al engendrador de la civilización judía. Una vez nacido Isaac, Sara entró en celo y primero le solicitó y luego le ordenó a su marido que expulsara a la esclava y a su bastardo hijo. Agar no pudo luchar contra el odio de Sara y la orden de Abraham y tomó el camino del desierto que la llevaría hacia Egipto. Sufrió mucho, pero Dios la protegió y envió a un ángel quien le aseguró que su hijo, Ismael, seria Rey de muchas naciones, pacto que convertiría a Ismael en el padre de la civilización musulmana.

Lo mismo le prometió a Sara. Así fue como los dos hijos de Abraham, Ismael e Isaac quedaron destinados a ser los pobladores de grandes naciones. De Ismael descenderían los musulmanes y todas sus ramificaciones hasta llegar al profeta Mahoma y sus proclamados herederos; y de Isaac descenderían las tribus judías con todas sus ramificaciones, incluyendo la mas poderosa y la que mas se expandió: La cristiana, fundada por el mecía Jesús Cristo.

Pero lo que Sara hizo, esto es, reclamarle a Abraham que expulsara a la esclava egipcia Agar y a su hijo Ismael, sembró el odio entre los dos hermanos, entre las dos tribus, entre las dos civilizaciones, quienes juraron guerra eterna una contra la otra hasta la eliminación total, de una, o de ambas. Ese cuento es la razón para que judíos y musulmanes, teniendo al medio oriente como escenario, se masacren día a día y se sientan orgulloso por lo que hacen, por la gloria y el goce que le producen a Dios sus miserables actos de derramamiento de sangre y destrozo de carne.

Así como dentro de las tribus musulmanas hay guerra por el control de la sangre legítima, por el control de la herencia legítima, también las hay dentro de las tribus judías. Jesús Cristo, descendiente del reinado de David, del linaje de Salomón, sangre pura de Isaac, estableció su diferencia con los judíos ortodoxos, fundó una nueva escuela basada en el perdón, la comprensión y el amor, una nueva y humana filosofía alejada del ojo por ojo y diente por diente que rige las relaciones entre judíos y musulmanes. Los judíos del viejo testamento lo declararon traidor e hicieron que los romanos lo crucificaran y juraron perseguir a sus seguidores eternamente, implacablemente hasta el ajusticiamiento final.

La madre de Hitler trabajada en el palacio de un bien degenerado judío que ostentaba el titulo de príncipe. El hombre, después de darle una terrible golpiza, la violo, y de esa violación nació Adolfo –El Criminal- Hitler.

Huyéndole a los maltratos la madre de Hitler se fugo y paso todas las penurias del mundo, pero le enseño a su hijo quienes eran los judíos, le enseño que su descendencia estaba maldita y le mostró lo que le habían hecho: Hitler juro matarlos a todos e hizo un gran empeño por cumplir su promesa, por eliminar la impureza de sangre, por acabar con la sangre maldecida. Los judíos, conociendo la historia, sabiendo que Hitler era uno de ellos, ocultaron el que se trataba de una guerra entre tribus, de una guerra de limpieza sanguínea y difundieron al mundo la bien libreada idea de que habían sido victima de las furias y las incomprensiones de otra especie.

Todo este cuento de Abraham y sus dos descendientes, de las dos ramas de un mismo árbol, tiene un origen: La promesa que Dios le hizo a ambos de protegerlos y de lograr su expansión por toda la Tierra. La lógica hace posible que uno vea claro el panorama en el que está envuelto el dilema: judíos y musulmanes no tienen problemas que se hayan originado en su existencia, en su verdadera existencia como seres humanos: Ambos son hijo del mismo hombre, al que Dios le dio el poder, y ambos son protegido por el mismo Dios, entonces, ¿Cuál es la razón para la guerra?

Si los judíos y los musulmanes tienen algún problema deben tratarlo con Dios, puesto que fue El quien le eligió el padre, las madres, y el Patriarca; y ha sido El quien los ha protegido y les ha permitido las expansiones de sus tribus. ¿Por qué aceptar la demás parte del cuento como buena, legítima y valida y olvidarse de la otra parte?

Gracias a la neurología, al avance científico en el conocimiento del cerebro humano, ya podemos decir: Basta de cuentos bastardos. El cuento de Ismael e Isaac es el mismo cuento de Caín y Abel, mas sofisticado, mejor elaborado. Por esa razón en la versión patriarca del cuento a Abraham le pusieron dos mujeres, una princesa y la otra esclava, personajes usados para poder justificar la teoría de la impureza de la sangre.

Tienen de bueno, eso si, el que ambos son un justificado intento del humano por encontrarles las razones, o quizás una razón, que explique nuestro diario apetito por usar la violencia como un medio de diversión, como una prueba de que somos un instrumento de Dios, quien nos usa para su deleite y goce.

Y si aceptamos la perversa idea de que somos un instrumento de Dios y de que el Creador se regocija al vernos masacrar unos a los otros, entonces no nos queda otro redimío, otro remedio que aceptar el que su Dios es malo y perverso, perversamente perverso; y que nuestra guerra debe ser contra El. Esa guerra, la batalla contra Dios, será más sencilla de lo que usted se imagina.

Al escuchar sus reclamos, su incontrolable deseo de ser amado y venerado, de ser ciegamente obedecido, nos queda clara la idea de que Dios es loco por el amor, crazy for love, de que nos hace sufrir, padecer enormemente, para que le roguemos y le profesemos infinito amor, infinita lealtad, infinita necesidad de El. Todo parece indicar el que si Dios deja de ser amado morirá; y con El, su inhumano juego.

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