2 de 4
“La moral es el deber”
La Moral del Comando
El mando es un impulso que tiene que ser un firme entendimiento moral, el cual exige conservar siempre su calma, valor, tenacidad y resistencia a los golpes de la adversidad, haciendo descansar sus varoniles virtudes en la conciencia que tiene de su deber y de los intereses supremos de la patria.
Es naturalmente en las circunstancias graves, en la hora de los reveses, que la moral del mando con todas sus consecuencias resulta indispensable.
Cuando el comandante desee sentirse firme en el concepto de la moral, debe concebirla como la esencia de muchas virtudes y adornada con los despojos de muchas victorias, de propia restricción, sacrificio, estimación, voluntad, valor fe, lealtad, afecto, capacidad, resistencia y finalmente, de las mil y unas cualidades que marcan al que las posee con el sello del hombre entre los hombres.
No debe olvidar que las fuerzas armadas está constituida por las organizaciones en que se apoya el Estado para conservar su existencia y realizar sus fines. Es natural que la colectividad adopte las precauciones necesarias para que la institución armada jamás olvide su misión, siempre leal al gobierno y nunca trate de convertirse en árbitro de los destinos nacionales. Surge de ahí que las normas que rigen la conducta de los militares y policías, sea una verdadera garantía social y por esa razón también ciertas garantías individuales del militar quien tiene que sacrificarse para dar preferencia a la sociedad.
Para el comando la moral solamente no es lo necesario sino también lo posible. Debe realizarlo en todo momento, en todo lugar y circunstancia, muchas veces aun a costa del sacrificio de su propia existencia.
Desde el punto de vista naval, la moral tiene varias vertientes, tales como:
– La moral estratégica
– La moral del alto mando
– La moral de la nación
– La moral en tiempo de paz
En el orden de la moral estratégica nacional, conviene no olvidar esta. La del tiempo de paz tiene importancia extrema; Primero porque es índice del valor general de la nación, de su carácter, energía y de la noción que los ciudadanos tienen de sus deberes. Luego, porque la moral del tiempo de paz es generalmente con pocas excepciones, la base y garantía de la moral durante la guerra.
En fin porque este género de moral afecta profundamente lo que se llama “La estrategia del tiempo de paz”, es decir el conjunto de medidas cuya finalidad es la preparación para los conflictos armados.
La moral de que hablamos tiene por fundamento el patriotismo de las masas, el cual se fundamenta en principios verdaderos, no en aquel sentimiento barullero, ruidoso, a base de clarinadas, que se contenta con frases y palabras, que se limita a las manifestaciones externas y que desaparece como por encanto, en el momento que se trata de pasar a los hechos que exigen cierta abnegación.
La moral del comando tiene un hijo inseparable, en si un sentimiento de su dignidad: El honor, que es probidad y buena reputación, atributos inherentes de la vida militar.
Sin el honor todo es una desgracia. En una acción del servicio se puede perder la vida, pero jamás el honor. Es el prestigio de todas las virtudes que esta filtrado en el espíritu; la cualidad propia de toda persona recta, la parte intima del yo moral, es como uno se ve y siente.
El comando nunca cede su responsabilidad y debe ser un consejero en conocimiento de los éxitos y aflicciones de los subalternos; el amigo en quien ellos puedan confiar y esperar todo lo bueno; el maestro que guía sus pasos constituyéndose en un digno ejemplo al que deben emular. Una unidad militar disciplinada es feliz. Bondad y comprensión no significan libertinaje.
Cuando un militar o policía no tiene la disposición constante de actuar de acuerdo a las normas que rigen su conducta, el comandante está en la obligación de recomendar su cancelación, de lo contario será responsable de cualquier acto delictivo cometido por ese miembro bajo su mando.
El deber como acción de la razón moral, no permite sentimientos perversos que destruyen el espíritu de cuerpo y mucho menos denigrar la institución.