Si padeces de diabetes, quizá utilices insulina para reducir tu nivel de glucosa en la sangre, como millones de otras personas que también la padecen en todo el mundo. Gracias al tratamiento con insulina, esa enfermedad cuya cifra desafortunadamente va en ascenso, dejó de ser un diagnóstico mortal para convertirse en una condición controlable. Entérate aquí sobre qué es la insulina exactamente, cómo funciona, así como de información valiosa para aplicar y almacenar a esa gran amiga de todo diabético.
¿Sabías que hasta hace poco menos de un siglo no se conocía la insulina ni su función? Aunque se habían realizado varias pruebas previas para aislar a la insulina y ha habido controversia sobre quién en realidad la descubrió, no fue hasta 1922 que los investigadores canadienses Frederick Grant Banting y Charles Best trataron exitosamente a una joven paciente diabética a punto de morir con extractos pancreáticos de origen animal que contenían insulina. Al año siguiente, en 1923 el descubrimiento recibió el Premio Nobel en Fisiología y Medicina y desde entonces este compuesto se ha utilizado en el tratamiento de millones de pacientes como tú. Por la importancia de ese logro médico, que convirtió a la diabetes de una enfermedad mortal en una enfermedad controlable, se escogió el 14 de noviembre, que fue el día del nacimiento del doctor Grant, como el Día Mundial de la Diabetes. Para que conozcas mejor a esa gran amiga que es la insulina, te explicamos su función y te indicamos cómo usarla y almacenarla.
Qué es la insulina y por qué la necesitamos
La insulina es una hormona producida en las células beta del páncreas, un órgano situado detrás del estómago que es también el encargado de segregar unas substancias llamadas encimas, que facilitan nuestra digestión.
La función de la insulina está relacionada con la manera en que el cuerpo procesa y distribuye la energía que obtiene de los alimentos que ingerimos. Al igual que los automóviles necesitan gasolina para funcionar, o un electrodoméstico necesita la corriente eléctrica, nuestro cuerpo utiliza la energía que obtiene de la glucosa (conocida como azúcar). La glucosa es la fuente principal de energía de las células y la única que utilizan el cerebro y el sistema nervioso central. Sin embargo, las moléculas de glucosa no flotan simplemente en el torrente sanguíneo y entran por casualidad en la célula que les queda más cerca. La función de la insulina es acompañar a las moléculas de glucosa y abrirles la puerta de las células funcionando como una especie de llave o portero que les permite la entrada.
Después de cada comida, el nivel de la glucosa en la sangre sube, y el páncreas responde enviando suficientes llaves de insulina en el torrente sanguíneo para abrir las membranas celulares. Cuando la glucosa va entrando en las células, el nivel de glucosa en la sangre disminuye. La diabetes surge cuando el páncreas no envía suficiente insulina o si la que envía no puede abrir las células para que entre la glucosa y el cuerpo la utilice como energía.
La insulina y los tipos de diabetes
La diabetes tipo 1 afecta entre un 5 y un 10% del todos los diabéticos y se caracteriza porque el páncreas no puede producir insulina (las células beta del páncreas son atacadas y destruidas por el sistema inmunológico). Los pacientes que padecen de diabetes tipo 1 necesitan inyectarse insulina para poder usar la glucosa de los alimentos. Ese es el tratamiento de este tipo de diabetes.
En el caso de la diabetes tipo 2 que representa entre el 90 y el 95% de todos los casos de diabetes, no se produce precisamente porque no producen insulina, sino porque ésta no puede abrir eficazmente las células (es lo que se conoce como resistencia a la insulina). Los pacientes con diabetes tipo 2 necesitan, además de llevar una alimentación saludable y hacer ejercicio, si esto no es suficiente, tomar medicamentos o inyectarse insulina para que el organismo pueda utilizar la glucosa y convertirla en energía.
¿Se toma o se inyecta?
Para que la insulina resulte efectiva, hay que inyectarla en la grasa subcutánea (debajo de la piel) para que pueda entrar a la sangre. No puede administrarse en forma de pastilla, por ejemplo, porque se destruiría durante el proceso de la digestión. La forma más común de administrarla en mediante una inyección, pero existen otros métodos como las plumas o bombas de insulina.
¿Cuántos tipos de insulina hay?
Si necesitas insulina tu médico te ayudará a escoger la más apropiada para ti, ya que existen varios tipos. En los Estados Unidos, por ejemplo, existen más de 20 tipos y se diferencian por la forma en que se fabrican y cómo actúan en el organismo (la rapidez con que actúan, cuánto dura su efecto y su potencia).
Toda la insulina que se utiliza en los Estados Unidos se procesa en laboratorios y la que se usa con más frecuencia es la de 100U (que significa 100 unidades por mililitro de líquido), pero se puede importar insulina de origen animal para uso personal.
Hay otras potencias, como 40U y 80U que se utilizan en otros países de Europa y América Latina. Si tienes que viajar o vives en otro país, ten en cuenta que el tamaño de la jeringa sea el adecuado para la potencia de la insulina.
Todos los tipos tienen componentes agregados que evitan que se desarrollen bacterias y mantienen un equilibrio neutral entre los ácidos y las bases que es lo que se conoce como ph.
Tipos de insulina
Previamente en vidaysalud te hemos informado sobre los diferentes tipos de insulina, pero volvemos a repasarlos para que los tengas bien presentes:
De acción rápida: comienza a actuar aproximadamente a los 15 minutos después de la inyección. Su máximo efecto tiene lugar en una hora más o menos y dura entre 2 y 4 horas. La más común es la lispro, la aspart y la glulisina.
Simple o de acción corta (humana): llega al torrente sanguíneo a la media hora después de la inyección, tiene su máxima acción a las 2 a 3 horas y el efecto se prolonga de 3 a 6 horas. La más común es la insulina regular.
De acción intermedia (humana): ingresa en el torrente sanguíneo de 2 a 4 horas después de la inyección, tiene su máxima acción entre las 4 y 12 horas después y es efectiva por un período de 12 a 18 horas. La más común es la insulina NPH.
De acción prolongada (ultralenta): llega al torrente sanguíneo de 6 a 10 horas después de la inyección y su efecto se prolonga de 20 a 24 horas. Unos ejemplos son la insulina glargina y detemir.
Existe también un tipo de insulina premezclada que puede resultar muy práctica y conveniente si a la persona se le dificulta extraer el medicamento de dos frascos distintos, o leer las instrucciones y las dosis por tener dificultades con la visión o el movimiento de las manos (debido a artritis, por ejemplo). Esta contiene generalmente una insulina de acción corta o rápida y una de acción intermedia.
Los tratamientos con insulina
Tu médico te recomendará un tratamiento con insulina para que puedas mantener tu nivel de glucosa dentro de un rango normal. El tipo de diabetes influye en el tratamiento que por lo general se efectúa así:
En los pacientes con diabetes tipo 1, se comienza casi siempre con una rutina de 2 inyecciones de insulina al día con dos tipos distintos. En ocasiones, se puede aumentar a 3 o 4 inyecciones al día de insulinas de distinto tipo. Este nivel de 3 a 4 inyecciones es el que mejor controla el nivel de glucosa y sirve para prevenir o retrasar complicaciones relacionadas con la diabetes, como los daños en los ojos, los riñones, las terminaciones nerviosas, etc.
En los pacientes con diabetes tipo 2 el tratamiento varía: en algunos casos bastará una inyección al día sin necesidad de pastillas para la diabetes. Otros pacientes pueden necesitar una sola inyección en la noche (a la hora de la cena o al irse a dormir), junto con pastillas para la diabetes. Si las pastillas dejan de hacer efecto, a veces, el paciente necesita aplicarse dos inyecciones al día con dos tipos de insulina distintas. Ocasionalmente se requieren más de 2 inyecciones diarias.
Cuándo y dónde debes inyectarte
La insulina se aplica subcutáneamente, eso significa en la grasa inmediatamente debajo de la piel, generalmente en la parte superior de los brazos, en los muslos (el frente y el costado) y en el abdomen (pero no muy cerca del ombligo, a 2 pulgadas de él).
Tomado de vidaysalud.com