Tres figuras de la alta jerarquía católica, los obispos Masalles y Nicanor Peña, y el arzobispo Ozoria, se han pronunciado sobre corrupción-impunidad a la luz del tsunami verde.
Masalles y Ozoria partieron de una premisa cierta al afirmar que este régimen no permite dados sus profundos compromisos con la corruptela- aplicar justicia contra los pejes gordos del latrocinio mayor; algo nunca antes admitido durante la hegemonía de López Rodríguez.
Ambos prelados, sin embargo, concluyen con una valoración profundamente pesimista, vaticinando que nada pasará, que no habrá jorocones presos, que esto desgraciadamente se quedará igual.
Ese es un mensaje de resignación, desmovilizador, abiertamente contradictorio con la esperanza y la determinación colectiva de cambio expresadas en las impresionantes y ascendentes marchas verdes; realidad que no ha logrado desvanecer la resistencia y bloqueo perverso del gobierno.
Nicanor Peña -aún proclamando su identificación con estas luchas- opta por recomendar apoyo al accionar de la Procuraduría General; lo que debería cogerse a broma, para no pensar que su alma anida un desprecio tan grande a una inteligencia popular que ha podido comprobar que Jean Alain Rodríguez es una pieza clave del presidente Medina y del sistema de impunidad.
Premisas certeras y conclusiones falsas, promesa de compromiso anticorrupción que se desvanece reconociéndole legitimidad a esta farsa del Ministerio Público, es lo que se deduce de esas dos maneras de valorar esta situación crucial a cargo de esos tres prelados católicos, que no son todos los que trazan política y orientan a sus feligreses.
Bastante de aquello- muy ajeno a la teología de la liberación- de invitarnos a soportar eternamente el infierno en la Tierra a cambio de una incierta promesa de Paraíso en el Cielo, y demasiado apego al poder de la clase dominante-gobernante junto a un injustificable temor a desmantelarlo en favor de los/as de abajo, encierran esas improcedentes conclusiones sobre las cuales las iglesias de base, sacerdotes, monjas, creyentes y prelados sensibles y justos deberían reflexionar en esta Semana Santa, verde por necesidad.
Porque no hay males terrenales eternos, todos/as deberíamos rechazar ese pesimismo funcional a la permanencia de la dictadura morada.
Lo que no sirve se cambia. Lo podrido hay que echarlo al basurero. Históricamente los pueblos (incluido el dominicano), cuando instituciones y sistemas políticos-electorales corrompidos no funcionan, han sabido hacerlo con ejercicio de democracia de calle destinado a cambiarlo todo a través de Asambleas Constituyentes Soberanas.
¡Algo grande y positivo podría pasar, si no nos rendimos!
Obispos e impunidad
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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