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De mí Bitácora: navegando con los guardiamarinas

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En las responsabilidades de director de la Academia Naval (14 años consecutivos), durante los cruceros de veranos ( 15 días), ordenaba al guardiamarina de servicio serviola (centinela en la mar), informarme el color del sol en el ocaso. Al informar: Señor el sol está rojo como un tomate maduro. Le decía esta noche tendremos viento fuerte. El guardiamarina después de la noche de viento fuerte, me preguntaba. ¿Señor como usted lo sabe? Hijo, mi maestro de la mar capitán John Percival durante tres años, cuatro meses de singladuras que sumaron 100 mil 100 millas náuticas, me ordenó lo mismo que yo a ustedes. Nunca se equivocó. Eso me enseñó que la experiencia es una maestra exigente, y nos somete a la práctica y pruebas. Así se aprende a observar, resistir la fuerza invisible de la naturaleza, la perfección de la maravilla de la creación. Cero visibilidad, temperaturas extremas, hasta el golpeo físico cuando la violencia de las olas estremece la nave. Todo sucede en singladuras de ajetreos y paz. Lo vivía como un bien, me acostumbré a esa dura noble profesión. La experiencia: lo vivido como un beneficio, que hoy entrego a ustedes. La vida nos reclama hacer algo y en eso se descubre, aprende en que consiste lo que hacemos.
 
Los esfuerzos causado por la violencia de los elementos fue el mal de las singladuras que viví como un bien fortalecedor que exige el deber como una acción de la razón, acción moral.
 
No he olvidado la noche del 14 de julio de 1950 navegando entre Alto Velo y Punta Beata, la mar nos golpeó y sacudió con fuerza brutal. El P-104 era una sardina frente a un tiburón. El capitán Percival se dejó escuchar: “Ruge el viento, viene tormenta, respetar el mar, no tenerle miedo, la calma vendrá”. Era frecuente después de haber pasado al cabo Mongón. Mi capitán vive en mi diaria actuación, siempre me ordenaba con amor, lo veía en sus ojos azules como el cielo y yo cumplía con alegría. Esa fue nuestra convivencia, con un firme respeto. Cuando se ama lo que se hace con amor no es trabajo y se vive el cero error. Lo exacto. El deber cumplido es felicidad: El sumo bien. Para eso somos hombres y ustedes están aprendiendo para cumplir con su amor de patria libre. Consérvense bueno.
 
El  autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana

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