Con la misma fuerza de uno de esos golpes con los que aniquiló a Vyacheslav Shabranskyy, Sullivan Barrera (18-1, 13 KO) arrancó de cuajo la página de su vida donde estaba anotada su derrota frente a Andre Ward.
La contundente victoria de Barrera por nocaut en el séptimo asalto de una pelea que llegó a todo el país por HBO Latino el viernes por la noche desde Indio, California, resultó una especie de alivio para tantos pesares del boxeo cubano en un 2016 para el olvido.
«Estoy muy contento con este triunfo, porque me dice que lo sucedido ante Ward puede cambiarse», comentó Barrera, quien llevó tres veces a la lona a su rival. «Ahora quiero la revancha contra Ward, una pelea contra Sergey Kovalev, contra el que sea. Sigo estando entre los mejores de la división ligero pesada».
Durante la semana que antecedió a esta cita contra el fogoso guerrero ucraniano, no pocas voces manifestaron dudas en torno al púgil de Guantánamo por lo sucedido en marzo contra Ward y el cambio de entrenador, del reconocido Abel Sánchez al trabajador Derick Santos.
Pero el nuevo técnico fraguó en secreto un plan de acción que funcionó casi de manera perfecta, salvo un contratiempo en el segundo round, cuando Shabranskyy (17-1, 14 KO) le propinó un conteo a Barrera.
«Quiero agradecerle a este hombre que confió en mí y me dio la mejor opción de éxito», agregó Barrera. «Vimos muchos videos, conversamos y entrenamos mucho. El me decía, ‘Sullivan, este es el camino para vencer a Shabranskyy’ y yo lo seguí».
Otro elemento que obraba en contra del cubano estaba relacionado con la victoria del ucraniano en el 2015 sobre su compatriota Yunieski González, así como su proverbial capacidad para asimilar golpes.
Pero esta vez Barrera no dejó nada a la casualidad y desde el mismo primer asalto dejaba en claro que venía en son de guerra, pero sin descuidar el lado inteligente de una pelea donde el músculo y el cerebro ponían de su parte.
Mientras Shabranskyy venía hacia delante sin ningún tipo de variación ni movimiento, Barrera se batía en la riposta, aprovechando la pésima defensa de su oponente para meter golpes de miedo, que fueron minando el organismo del eslavo.
Un conteo en el round inicial, otro en el quinto y un definitivo en el séptimo servían de testigos del poder de Barrera y de su capacidad para adaptarse, algo de lo cual careció por completo en su cita con Ward.
Justo cuando el árbitro levantaba los brazos y protegía el gastado cuerpo de Shabranskyy, Barría profería su triunfal «yo soy el hijo de Fefita, c…», mientras que su promotora, Kathy Duva subía a abrazarlo, pensando quizá en quién podría ser el futuro rival de su boxeador, ahora ya reintegrado a la élite de las 175 libras.
«Esta actuación me permite callar una cuantas bocas que hablaron m
por estos días», recalcó Barrera después de un triunfo que desde ya puede considerarse el mejor de su carrera. «Quiero la revancha con Ward, quiero a Kovalev. Conmigo hay que contar. Sigo aquí en pie».
Barrera se levanta como un gigante con un triunfo formidable
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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