Leonel Fernández inició los “diálogos populares y encuentros democráticos” destinados a reconocer “los reclamos de la sociedad dominicana y ofrecer soluciones a dichos problemas”.
Y subrayamos “reconocer”, pues la mayor parte de las dificultades por las cuales transitan dominicanas y dominicanos, no sólo son conocidas por la dirección del país, sino que han devenido por estas causas, manifestaciones y marchas populares, intensificadas a todo lo largo y ancho del territorio nacional.
Mientras, el secretario de Hacienda, Vicente Bengoa, advierte en Colombia, en el marco de la Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo, sobre “las graves consecuencias de la crisis económica para América Latina y el Caribe y califica como “disturbios sociales” las expresiones de disgusto popular que, según su criterio, terminarán en una grave crisis de gobernabilidad en el futuro”.
El presidente Fernández pide fe a la población y promete esfuerzos de su gobierno en la búsqueda de alternativas, sobre todo para personas de escasos recursos, (hablemos, pues de la mayoría).
Fernández aboga porque “nadie en este país se acueste con el estómago vacío” y los hambrientos y desnutridos ponen, más que fe, toda su esperanza en que así sea.
Representantes de “las fuerzas vivas” participan en estos diálogos populares, lo cual debe constituir, más que todo, compromiso y una manera de que las promesas tengan rostros. Al menos esa es la propuesta.
Fe pide el presidente y se retoman las ideas blandidas de un turismo que debe mejorar sus condiciones para beneficio de la nación; la creación de nuevos e imprescindibles empleos; el florecimiento de la industria
azucarera, la repavimentación de las calles y otras obras sociales que no pueden seguir en la lista de espera.
Con fe habrá que esperar el futuro que no puede, ni admite ser, para nada, mediato.
