Argentina e Uruguay llegaron a lo tragicómico, cuando peleando por la instalación de una fábrica de papel, olvidaron que eran hermanas inseparables. Muy a menudo, en República Dominicana, voces conocidas repiten que los haitianos “son depredadores por naturaleza” y algunos tontos lo creen, ignorando la Historia de aquel país, que liberó sus fuerzas frente a la depredación y a la expoliación de sus recursos por Francia y que vio, por esos motivos, hipotecadas sus potencialidades y posibilidades de desarrollo.
El peor del nacionalismo está integrado a la sociedad dominicana, en general. Algunos medios de comunicación escritos y radiales, partidos políticos en particular, utilizan el hostigamiento entre los pueblos haitiano y dominicano, a partir de la revitalización del “orgullo nacional” que enciende el racismo. Se puede comprobar como en tiempos de crisis ideológicas y políticas, tiempos en los que hay gran incertidumbre sobre cuales son las mejores opciones y formas de gobierno, la política toma como argumento legítimo la defensa de lo nacional, bien sea con patria o sin patria, “lo extranjero” es casi siempre, el haitiano, menos en baseball. La ideología nacionalista lleva implícita en su defensa la oposición hacia las otras nacionalidades, sin embargo al final es una ideología de “doble dirección”: lucha de intereses entre el estado jurídico que gobierna y el estado cultural que conforman los ciudadanos del territorio.
¡Faltaba que el nacionalismo invadiera el campo discursivo y el accionar de algunos ambientalistas del país! El pretexto resultó ser la privatización o el no acceso a la playa por parte de dos ciudadanos extranjeros, que impedía el paso a pescadores dominicanos. La incompetencia y la irresponsabilidad de la Secretaría de Medio Ambiente se ocultan detrás de ese subterfugio gracias a “buenos dominicanos” que van al rescate de una playa y… al mismo tiempo, de la Secretaría de Medio Ambiente. Bueno es resaltar que todas las playas del Norte, del Este y Sur del país, están privatizadas por extranjeros y dominicanos, custodiadas por dominicanos y extranjeros armados impidiendo el libre acceso a ese espacio público que es expoliado por capitales internacionales y dominicanos, en franca violación a la Constitución del país y a la ley de medio ambiente que tanto ha costado.
Resulta cómico, ridículo y peligroso, que en nombre de un nacionalismo trasnochado, se elabore un discurso de la “dominicanidad” en torno al medio ambiente, cuando se sabe que el capital no tiene frontera ni patria. Es tarea de la Secretaría de Medio Amiente recuperar playas, recobrar la soberanía del país sobre sus recursos naturales, sin importar el origen del capital. Este actúa sin pasaporte: cierran playas dominicanos, extranjeros, funcionarios, ricos todos. De sustituir el papel del Estado, en las condiciones actuales, es hacerse co – responsable de una tarea que le compite a Medio Ambiente, es hacerse cómplice de una gestión que no tiene el valor de enfrentarse a los responsables de una situación que viene proyectada desde “arriba”, es hacer el juego político a Jaime David Fernández, que viene proyectándose políticamente sin tener méritos personales ni para asumir los riesgos que implica su cargo. El Secretario de Medio Ambiente debe denunciar las bonanzas y bondades que promete el Jefe del Estado en cada una de sus visitas al extranjero, a los posibles inversionistas, debe denunciar que por Internet o en Ferias, se vende República Dominicana con lemas tan sugestivos como: “Lo tiene todo” o: “Inagotable” dejando sembrada la imagen de facilidades, incluyendo las sexuales y de extrema prodigalidad de la naturaleza, al punto que somos “inagotables”, dejando entredicho que por eso, podemos ser laxistas con las leyes. Medio ambiente debe pasar al pueblo y a sus organizaciones, la co-gestión de las áreas protegidas y dejar de codearse con empresarios que son los responsables históricos de la degradación, contaminación y privatización de los recursos naturales.
Los que privatizan las playas, no son “extranjeros” son “capitales extranjeros” (lo que se ve y no se ve, del presidente Juan Bosch), “capitales peregrinos”, de origen dudoso también, atraídos no por la religión sino y sobre todo, por las “facilidades e incentivos” del Estado dominicano y el “laissez-faire” imperante en el país, que va desde el no respeto a las leyes, a la imposición de “leyes propias” hasta la privatización y la expoliación. Se recurre al peor de los instrumentalismos, el nacionalismo, para “recuperar el patrimonio nacional” con himno, bandera y remembranzas del Prócer de la Patria. El movimiento ambiental no puede dejarse subjetivizar por un secretario de Medio Ambiente que utiliza su buen nombre y el respeto que se le tiene para realizar una gestión ambiental, sin presupuesto, sin sustento ideológico, sin cuestionamiento al rumbo ambiental donde nos conduce el modelo económico implementado.
No es el papel del movimiento ambiental dominicano sustituir las responsabilidades de la Secretaría de Medio Ambiente y menos aún utilizar un nacionalismo peligroso que podría dar pie a muchas iniciativas desafortunadas. Las relaciones de maridaje y de apoyo incondicional de algunos ambientalistas ponen en cuestionamiento la credibilidad, la independencia y la criticidad de todo el movimiento ambiental.
En la actualidad, en plena era del conocimiento, la globalización y las fuerzas aplanadoras del planeta como son la Internet, la transnacionalidad de las empresas, la emigración de poblaciones hacia el mundo desarrollado, la fuga de cerebros hacia esos mismos centros, la fuerza del comercio internacional, el acceso libre a la información, la multiculturalidad por las migraciones intercontinentales, deberían llevar al Nacionalismo como ideología hacia nuevos retos a los que enfrentarse. El Nacionalismo ahora tiene sentido en la diferenciación de los territorios para favorecer su progreso, no como reclamo para unir fuerzas contra otras, sino para explotar las identidades y culturas propias. Tiene sentido para acercar y hacer más participativa la política al ciudadano, gobernando territorios de cultura y problemáticas más homogéneas. Es responsabilidad de todos poner atención a la zona fronteriza, al cambio climático y a sus impactos en la Isla, en las aguas territoriales, es hora de pensar e imponer un modelo de desarrollo alternativo que trace la vía por la cual debe transitar la Secretaria de Medio Ambiente.
El gobierno dominicano debe asumir una actitud mucha más responsable con los recursos naturales y el país, antes, mucho antes de atraer capitales e inversiones, debe proyectar una nueva imagen del país, proyectándolo desde la institucionalidad, la legalidad, la seguridad, el derecho y el respeto a todos los derechos civiles, humanos y ambientales: así, se deben invitar a los “capitales extranjeros” para invertir en el país.
¡Apuesto que en esas condiciones no vienen por estas tierras y así sin ellos, nada de gesta nacionalista descabellada!