LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
Bellos debieron ser los tiempos en que, para decirle algo a alguien, bastaba simplemente echar a andar, para llegar pacientemente y decirle lo que fuera; o cuando bastaba una hoguera humeante y una sábana, pues tres volutas grandes y una chiquita querían decir te quiero; o cuando una carta de Santo Domingo a Puerto Plata, o viceversa, causaba ineludible emoción al mes de cumplirse la aventura postal de haber sido enviada. (Digo todo esto porque aquí estoy dominado por un celular nuevo que me exige hacer un doctorado en tecnología avanzada antes de marcar la primera tecla). ¡Abajo la postmodernidad!