En su último discurso ante la Nación, ese que se expresa semanalmente a través de la radio, el presidente estadounidense Barak Obama, declaró que la sociedad norteamericana tiene que reconocer que el negocio de las drogas “ilegales” son un camino de doble vía: Sudamérica suministra cocaína, marihuana…y Estados Unidos paga con dólares y armas de poderoso calibre.
Hillary Clinton, la Secretaria de Estado, de visita en México, hecha para calmar la explosión en las relaciones entre los dos países, declaró que “la insaciable demanda de drogas en su país y la incapacidad de detener el tráfico de armas hacia México, están detrás de la creciente violencia en la frontera común”, que sólo el año pasado quitó la vida a 5, 600 personas.
Después de explicar las íntimas relaciones entre la demanda de drogas y la penetración del negocio por parte de los asesinos natos, Clinton dijo lo que la industria internacional de las drogas habían estado esperando para lanzar la campaña pública de que el único camino es legalizar las drogas; así lo expresó: “Claramente, lo que hemos estado haciendo no funciona y es injusto que nuestra incapacidad (…) cree una situación por la cual la gente considera responsables al gobierno y el pueblo mexicano. Eso no es justo”
Hace unos meses que John Walters, director de la Oficina Estadounidense de Política de Control de Drogas, declaró que “las autoridades confiscaron un record de 316 toneladas métricas de cocaína en el 2007”; pero, reconoció que ese hecho trajo como consecuencia un “alza de 21 por ciento en el precio de las drogas y un descenso del 10 por ciento en su calidad, en su pureza”. En lenguaje puro, simple y claro: la llamada guerra contra el narcotráfico todo cuanto trae es una mayor ganancia para las corporaciones dedicada al procesamiento y comercialización de la hoja de coca y un claro perjuicio para el consumidor, que usa el producto porque lo necesita.
John Walter, además, reconoció que las “operaciones estadounidenses por sí solas no van a ser suficientes”. Es decir, el imperio norteamericano no tiene cómo vencer a las corporaciones dedicadas al procesamiento y comercialización de la hoja de coca, un negocio que genera ingresos tres veces superiores a la más grande y poderosa industria norteamericana: la General Motor. Las declaraciones de John Walter estaban destinadas a anchar la opinión de que la cocaína debe ser legalizada y debe ser un negocio que controlen las corporaciones norteamericanas. Quieren hacer con la cocaína lo que hicieron con la marihuana
Hace no mucho tiempo que esta columna sostuvo que el desafío no son las drogas: todos sabemos dónde se producen, cómo y quiénes la comercializan, quiénes la consumen y qué se hace con el dinero generado como ganancia, el desafío es encontrar a alguien que quiera traicionar la política de Washington, desenmascarar la falsa guerra contra las drogas. Las declaraciones de Obama y Clinton, sumadas a las de Walter van en el camino correcto.
Tengo mucho tiempo diciendo que la mejor solución disponible para el desafío que representa el consumo mundial de cocaína y otras drogas es que los países de este continente despenalicen su consumo y formen La Corporación Latinoamericana de la Coca –COLACO- . Advertí que este es el negocio más fabuloso en la actualidad pues representa transacciones que alcanzan los 700 mil millones de dólares anuales; y he dicho, en miles de ocasiones, que las corporaciones de las drogas norteamericanas han venido desarrollando un plan para obtener el control de la producción de la hoja, la elaboración del producto y su distribuciones en el mercado global. La primera parte de ese plan es eliminar a los llamados “incontrolables”, a los asesinos natos que la ilegalidad había traído al negocio. Y el método usado es tan antiguo como el hombre y tan efectivo como el infierno: hacer que ellos se maten entre sí.
Mi discurso encontró un aliado fundamental. El mundialmente famoso escritor mexicano, Carlos Fuentes, Premio Cervantes y Premio Príncipe de Asturias ha declarado que “México tuvo un momento político de mucha violencia con la Revolución, pero luego con el PRI y con la democracia fue un país con problemas, pero más o menos tranquilo. Ahora, cuesta salir a la calle porque hay una narconación, una presencia de los narcos en diferentes áreas que hace peligrosa la vida. Por eso estoy a favor de que se despenalice la droga y eso sólo se puede lograr si la despenalizan los Estados Unidos. Los narcotraficantes mexicanos son pigmeos, gente muy menor que lo único que hace es mandar droga al otro lado de la frontera para el gran consumo norteamericano que es donde se gana el dinero. Mientras los EE.UU. tengan demanda de droga, México les va a dar droga. Cuando dejen de hacerlo, el problema de la droga se acabará en México. La cosa es así de sencilla y así de difícil, porque cómo un gobierno norteamericano va a despenalizar la droga cuando todo el puritanismo y el protestantismo americano va a poner el grito en el cielo. Por eso propongo que México, junto a otros seis o siete países, despenalice la droga. Quizás haya más drogadictos, pero no va a haber más narcos. Cuando se despenalizó el consumo de alcohol siguió habiendo borrachos, pero ya no hubo Al Capones”.
Ningún peledeísta tiene derecho a decir que ignora esta simple verdad. Juan Bosch en el año 1988 escribió en la revista Política, Teoría y Acción número 99, un trabajo titulado La Cocaína en la Política Norteamericana y nadie en este universo ha podido refutarl0. Luego, la Fundación Juan Bosch lo publicó en el libro Temas Internacionales; y allí aparece en la página 477. ¿Es difícil encontrarlo? Sí, el puesto público lo ha desmemoriado, ¿por qué no lo buscan y lo estudian?
¿Por qué las corporaciones internacionales de las drogas entienden que deben apoderarse del negocio? La razón es muy sencilla: cuando una mercancía adquiere demanda obtiene el derecho de existencia y es el deber del estado capitalista defender, proteger y facilitar la promoción del negocio que genera ganancia. Pero el llamado equipo de inteligencia del presidente Fernández parece tener como misión competir entre ellos a ver cuál es más idiota: si las cosas no vienen en blanco y negro desde Washington ellos no alcanzan a verlas.
Cuando el actual jefe de la Casa Blanca estaba a punto de asumir la presidencia, sostuve que Obama podría tener grandes obstáculos en Washington para acabar con la falsa guerra contra las drogas, pero creía que así como la Casa Blanca involucró a todos los entupidos funcionarios latinoamericanos en esta falsa guerra, Obama puede ahora utilizar mecanismos secretos para que como dice Carlos Fuentes, seis o siete países latinoamericanos despenalicen las drogas y eso cambien la correlación de fuerza en el Washington ahora, menos revuelto y menos brutal.
El prestigioso presidente de Bolivia, Evo Morales, quien además es jefe del Sindicato de Cocaleros, andaba por el mundo árabe en busca de acuerdos comerciales para exportar la hoja milagrosa y creo que le fue bien en sus encuentros. Si la República Dominicana quiere sacar algún beneficio de esto, tiene que entender que la falsa guerra contra las drogas ha llegado a su fin, que todo cuanto Washington está esperando es terminar de eliminar a los asesinos natos que buscando placeres a través del crimen minaron la comercialización de la hoja milagrosa. Y eliminar también a la gran cantidad de científicos criminales que se han dedicado a desarrollar, en sus prestigiosos laboratorios, derivados químicos que desnaturalizan el sentido sano de la hoja milagrosa.
Quisqueya puede, Quisqueya aún puede convocar a una reunión de presidentes latinoamericanos para crear la Corporación Latinoamericana de la Coca –COLACO-, institución en la que Washington puede participar porque ellos son dueños del gran consumo, pero si no lo hacemos, Latinoamérica habrá perdido la única posibilidad de tener una corporación internacional con verdadero poder y Washington, una vez más, se apoderará de todo el negocio.