Por: Periodista Cándida Figuereo
Respetar a la mamá es algo muy sagrado que cada hijo debe aprender en la medida en que va creciendo, sabedor de que absolutamente nadie puede como ella compensar un amor tal excelso que no tiene precio.
Las madres son heroínas sin galardón. Llevan al hijo o hija en su vientre durante 9 meses, si no ocurre un imprevisto que motive sacarlo antes de tiempo en un parto de sietemesina con solo dos libras y una onza de peso. Entonces sigue el cuidado extremo indicado por el pediatra hasta que la niña se reponga de esa prematuridad.
Salida de la sala con cuidados especiales, en la casa la madre debe llevar las reglas indicadas por el pediatra hasta que la criatura rebase la condición que presenta.
Esa chiquitita puede ser, en su adultez, una excelente arquitecta de la que su madre se sentirá orgullosa. Igual se sentirá por la opción que elijas para abrirse paso en la vida en este mundo convulso.
En fin, sea con título universitario o sin título, la madre siempre se sentirá orgullosa de sus hijos y hará por ellos todo lo que esté a su alcance para que sean los mejores del mundo.
Muchas madres, fruto de su esfuerzo, logran que sus hijos salgan adelante en buena lid, por el camino correcto. Otras sufren mucho cuando alguno se desvía por el camino equivocado.
Sea como sea, para las madres ningún hijo es mejor que el suyo. El hijo espontáneamente debe reciprocar esa actitud de su progenitora.
Es penoso que haya demonios con el apelativo de “hijos o hijas” que golpeen a su madre porque no cocinó, como publicó un medios de comunicación. Quien osa hacer esto recibe el desprecio de la colectividad. Esto produce espanto.
Un hijo o hija, jamás debe atentar contra su madre o su padre. Lo que si se debe hacer es adorarlos. Tampoco deben criticar a la mamá o al papá cuando uno de los dos, sin la ayuda del otro, pasa las de Caín para que los chicos salgan adelante estudiando y aprendiendo un oficio.
Para las madres sus hijos son como sus propios ojos. Todo hijo debe sentirse orgulloso de tenerla, amarla y darle todo lo que esté a su alcance. De ningún modo, quede claro, jamás ningún hijo podrá retribuir ese amor excelso, incondicional de la mamá.
Respetar a la mamá debe ser un símil a respetar a Dios. Si no se respeta una cosa o la otra, ¿qué sentido tiene tú vida? Siempre hay tiempo para pedir perdón y enderezarse. La madre, pese al dolor que le causen, siempre amará a sus hijos.