Si encima de las cosas que andan enrevesadas en el país, también debemos pensar que se está llevando a cabo el tráfico de armas hacia la República Dominicana, entonces las cosas estarán aún peor.
Ya sabemos del tráfico de criollas, no sólo hacia Argentina, donde se redoblaron los enfrentamientos contra las mafias “que reclutan con engaños a jóvenes dominicanas para someterlas a la prostitución en este país”, tal y como publicaron estas mismas páginas.
En otros países del orbe, sobre todo Europa, han ocurrido casos espeluznantes de mujeres llevadas con el pretexto de mejorar sus vidas y lograr encauzar sus destinos, que luego sucumben en antros en los cuales deben vender sus cuerpos para sobrevivir.
Ya trató Pablo Cohello el tema en su libro “Once Minutos”, en el cual una joven corre la triste suerte de ser manipulada por personas sin escrúpulos. Una más como estas que integran la "segunda ola" de la trata de dominicanas en Argentina.
Controles en los aeropuertos y otras medidas intentan frenar un negocio que enriquece a seres de las más bajas estaturas morales.
Encima, organismos internacionales están investigando el otro tráfico, este que tiene que ver con armas en el país y que constituye un fortalecimiento de las mafias dedicadas al narcotráfico, cuyas consecuencias se vienen reflejando, cada vez más, en los barrios y en todo el territorio nacional.
La ocupación de armas ilegales es un hecho que ocupa a la policía y preocupa a la sociedad en general.
Se habla del “hallazgo de varios cargamentos de municiones detectados en cajas y tanques de alimentos consignados a personas y familias en Santo Domingo, Haina, Santiago, La Vega y Puerto Plata”.
Mucha labor investigativa tienen ante sí los cuerpos militares en el país. Lo cierto es que antes parecíamos ser sólo un puente para el tráfico, en todas sus manifestaciones; pero, ahora esos males no sólo transitan, si no que se quedan para males mayores de dominicanas y dominicanos.