Por Balbueno Medina
En los últimos años han sido muchos los ciudadanos que han perdido sus vidas, como consecuencia del auge que ha tenido el flagelo de la corrupción y el sicariato, que se ha entronizado en diversas instituciones públicas de nuestro país.
Los partidos políticos, los sindicatos del sector transporte y algunas carreras profesionales liberales, han sido permeados por el sicariato y la corrupción, de manera tal que su modo de operación depende fundamentalmente de estas malas prácticas.
Todo comienza cuando alrededor del proyecto de un aspirante en particular se nuclea un conglomerado de individuos procedente de nuestros barrios dispuestos a realizar cualquier tipo de tareas que les sean encomendadas, siempre y cuando les paguen el servicio prestado para acometer lo requerido.
De esa manera, estos individuos, con escasa formación profesional y humana, capaces de hacer todo por demostrar lealtad al candidato o líder que aspira a escalar una posición de poder en el partido o en el sindicato, llegan a ganarse la confianza de sus jefes y terminan dirigiéndolos por el alto nivel de compromisos contraídos por las macabras tereas que les son asignadas y que ellos llegan a ejecutar.
Por eso es que la corrupción y el sicariato han caminado de la mano en nuestro país y todo luce indicar que ha llegado a su clímax, porque se ha convertido en una práctica común en los círculos políticos y en la vieja modalidad de hacer sindicalismo empresarial, donde hemos tenido muchas víctimas en los últimos años.
El caso del catedrático y abogado Yuniol Ramírez, podríamos afirmar que cae dentro de esta modalidad del crimen nucleado por la corrupción y el sicariato, porque los que hemos conocido con anterioridad confluyen en los mismos fines; la ambición al señor dinero.
Para ilustrar mejor a nuestros lectores: solo vamos a citar los casos que se registraron en Los Alcarrizos, donde un regidor pago para que mataran un dirigente choferil por las diferencias que tenía éste y en Monte Plata un alcalde hizo lo mismo para que ultimaran a un regidor con el cual no estaba de acuerdo por la posición que había asumido frente a su gestión.
Por lo visto, estamos frente a una modalidad del crimen que amerita ser enfrentada por las autoridades, porque al paso que lleva se perfila a convertirse en una epidemia que resultaría altamente peligrosa para la convivencia de la sociedad dominicana, por tratarse de que la misma es impulsada y sostenida por sectores de poder en aras de mantenerse en los cargos al precio que sea.
En parte esta modalidad del crimen es alentada por el chantaje y las extorsiones que algunas víctimas cometen por las debilidades que encuentran en los funcionarios que denuncian, razón por la cual se repiten una y otra vez los sucesos que se producen en la sociedad dominicana, pero bajo ninguna circunstancia justifican la monstruosidad de una muerte como la que le dieron a Juniol Ramírez.
Las experiencias vividas por la sociedad dominicana a raíz de los acontecimientos producidos por el flagelo de la corrupción y el sicariato, nos indica que la clase política criolla debe abandonar la vieja y mala maña de rodearse de antisociales al momento de conformar sus equipos de campaña y escoger a los mejores hombres y mujeres de su entorno para que en el país no se sigan produciendo los casos de corrupción que a diario se destapan y los funcionarios no tengan que recurrir a utilizar las malas artes para no ser sometidos a la justicia.