Santiago.- Las peleas de perros clandestinas, sobre todo de la raza pitbull, promovidas por aficionados, está tomando fuerza en Villa González, donde siempre se ha jugado.
Quienes promueven estas descarnizadas peleas, lo hacen en lugares bien clandestinos y cerrados y los apostadores y otros presentes son selectos, la mayoría personas de clase media y alta.
Por lo regular no admiten que extraños presencien las peleas, a menos que sean recomendados por socios del club, donde según los informes se apuestan decenas de miles de pesos.
Aunque las peleas de perros se practican desde hace muchos años en una zona de Villa González, sobre todo en la montañosa comunidad del Limón, las personas que conocen de las mismas manejan el tema con hermetismo.
“He oído decir que hay personas que se embullan por ahí echando perros a pelear, pero no veo nada de malo”, dijo un anciano de la comunidad de las Lavas.
Por lo regular, las peleas se echan en casas construidas en la montaña y con bloques que neutralizan el ruido. Algunos de los perros terminan casi descuartizados y hay espectadores que han sido víctimas de mordidas.
"Cuando esos perros terminan de pelear, hasta a sus dueños les machan, a veces hay que anestesiarlos para poderlos manejar, porque casi siempre antes de la pelea se les inyectan dosis que los ponen rabiosos, es ruborizante y horrible ver estas peleas, cualquiera se asusta”, dijo uno de los que ha participado en esos actos.
Sin embargo, otro de los promotores de las peleas defiende la práctica, al manifestar que es un deporte sano, igual que cualquier otro, pero con la diferencia de que no cuentan con una franquicia de la Secretaría de Deportes.
“No pienso dejarlas, porque no creo que estoy haciendo nada malo, los perros pelean en la calle y nadie dice nada, No veo ninguna diferencia entre un ring de perros, un ring de lucha libre y de boxeo”, indicó Pedro García, otro de los aficionados del llamado deportes de las garras y las mordidas.
Durante las peleas, los perros generalmente no ladran, aunque las contiendas pueden extenderse por horas.
Los que sí suelen gritar son los espectadores ante un árbitro que usualmente anunciará el can victorioso antes de que alguno de los animales sucumba por las heridas sufridas, un paro cardiaco o alguna otra condición relacionada con su alto estado de excitación.
Pero sus promotores afirman que se pueden contar con los dedos de las manos los perros que han muerto en combates y aseguran que los canes están desparasitados e inyectados en contra de la rabia, por lo que si alguna persona resulta mordida no debe temer, aunque como medidas de prevención cuando se presentan esos accidentes, se le recomienda al afectado que visite el médico.
A los perros, en muchas ocasiones, les son suministrados fármacos con el fin de aumentar su fortaleza y resistencia, aunque puedan incidir sobre su muerte. Para el psicólogo José Ernesto Martínez, las peleas de perros son una extensión natural de otras conductas violentas que en algunos círculos sociales se han adoptado.
Según Pedro García, los perros que participan en las peleas no representan ningún peligro para la población, porque además de que están bien cuidados, en horas de la noche sirven como guardianas de las residencias, fincas y negocios de sus amos.
Sin embargo, aduce que peligrosos son los perros realengos que se desplazan por las calles, los cuales no reciben ningún cuidado y atacan con frecuencia a personas, principalmente a niños, a los que les transmiten la rabia.
En ese orden, estima que ese "deporte" tiene sus reglas claras y nunca un can debería tener más de tres peleas, ya que su muerte podría representar una pérdida significativa de los ingresos que generaría a través de sus cachorros, los cuales se entrenarían para próximas contiendas. Tienen que tener un peso mediano de 40 a 50 libras y una musculatura robusta.
Los perros tampoco pueden mostrarse agresivos hacia las personas, ya que esto resultaría su descalificación durante la pelea. Muchos de estos animales son regalados o sacrificados.