A veces las escenas transcurren en los cines, o en las películas que vemos frente a la televisión en los hogares. Se suceden unos tras otros estos aborrecibles actos de asesinatos impúdicos y casi queremos ajusticiar con manos propias al asaltante, el violador, el asesino. Los crímenes nos parecen lejanos, tras la gruesa pantalla…Pero, lamentablemente, están ahí, frente a nosotros, al cruzar un semáforo o doblar una esquina…
Eso fue lo que sucedió en la calle Camila Henríquez, esquina Privada, del Distrito Nacional. La capital dominicana se enluta una vez más, porque otra víctima de la violencia engrosa los féretros que la parca ha tenido a su favor en los últimos tiempos.
Esta vez correspondió al joven de 35 años Wellington Rafael Molina, hijo del diputado Rafael Molina LLuberes. Fueron tres disparos, sin más, ni más, inesperados, de esos que parece mentira que hayan acabado con una vida fértil, que luego de una batalla crucial contra la muerte, durante cinco días, fuera ganada por esta última, dejando impotencia y dolor entre familiares y amigos.
De nada valió la intervención quirúrgica. Según informaron los especialistas, hubo “…impactos de balas en la cabeza, con entrada y salida por la región parietal y le atravesó completamente el cráneo, dejándole lesiones en el cerebro”.
Las informaciones reflejan cómo unos desconocidos chocaron su camioneta y le dispararon tres veces: en la cabeza, el brazo y en una pierna. O sea, choque, disparos, despojos y muerte, como en las películas.
Sólo que no hablamos de filmaciones, ni de ficción. La República Dominicana padece uno de los males mayores que afecta a la humanidad: la violencia, desmedida, irracional, cotidiana…
El legislador Molina Lluberes ha pedido al jefe de la Policía Nacional, mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, “que concluya las investigaciones lo antes posible y que les diga a él y a su familia la verdad, sobre el hecho que los embarga de luto y dolor”.
Lamentablemente, la delincuencia campea por su respeto y nadie anda seguro en las calles de la nación. Esta vez se sumó a la larga cadena de víctimas inocentes Wellington Rafael Molina; pero, como dice el propio padre del fallecido joven, hay que actuar de una vez, porque no se trata sólo de su familia, si no de toda la ciudadanía.