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Nuestro pueblo raza de hombre sencillo, trabajador, de herencia honesta y hermandad ha perdido el caminar en el hábito de las buenas costumbres. No nos engañamos, los hechos son latentes. Creer en patria sana es nuestro constante meditar. Aún hay patria y siempre la habrá, sí, urge darle vida al Decálogo Duartiana y la enseñanza Hostoniana.
El diario acontecer nos impulsa pasar páginas de los apuntes, notas de nuestra juventud. Fueron deseos de aprender en paz y hermandad que nuestro padre nos inculcó. En Mahatma Gandhi encontré el amor y acción fructífera de la no violencia. La noche del 6 de agosto de 1946 en el Ateneo de mi Macorís del silencioso río Higuamo. Gandhi, 5 de mayo 1946. “Única cosa debería ser común a los miembros de las organizaciones pacifistas: su fe incondicional a Dios, Él es nuestro compañero y el que lo lleva todo a plenitud. Sin fe en Él, las brigadas de la paz no podrán vivir. Cualquiera que sea el nombre que demos a Dios, debe estar muy claro que sólo en virtud de su fuerza podemos alcanzar objetivos propuestos. Quien cree en esto no quitará jamás la vida a otro ser humano.
Gandhi en respuesta a una memoria del gobierno el 15 de julio 1943 respondió: Desde la juventud, mi misión ha sido la difusión de la no violencia en todos los campos de mi vida.
Mientras que la no violencia se dirige contra la injusticia del agresor, pudiendo llegar incluso a aniquilarlo, y sólo tiene éxito cuando es más fuerte que la violencia del adversario, la no violencia puede ser empleada contra todo adversario, aún cuando éste se encuentre perfectamente preparado para el enfrentamiento violento. El éxito del comportamiento no violento se puede comprobar todos los días, con tal de que se forme parte del grupo de los más débiles.
Hoy continúo invitando a Gandhi. “Dios es el auxilio de los desvalidos. Los predilectos de Dios no son los ricos, sino los pobres que son más perseguidos que todos los demás”. Consérvense bueno.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana
