La de la inmunoterapia es una auténtica carrera de fondo. Las primeras evidencias de que el cáncer podía controlarse dando un empujón al sistema inmune del organismo «se remontan a finales del siglo XIX». Sin embargo, «hizo falta algo más de un siglo» para que esta estrategia empezara a considerarse como un arma a tener muy en cuenta en el arsenal contra el cáncer, cuenta Josep Tabernero, director del Vall d’Hebron Instituto de Oncología y jefe del servicio de Oncología Médica del hospital barcelonés.
Hoy «seguimos conociendo sólo parte de su potencial», pero hay muchos indicadores que dejan vislumbrar el luminoso de la meta en el horizonte. La inmunoterapia se emplea ya con éxito en tumores como el melanoma y algunos casos de cáncer de pulmón, entre otros, y se está probando su idoneidad en múltiples escenarios. Pero Tabernero advierte de que el camino que queda por recorrer aún es largo y lleno de obstáculos.
«Sabemos que en un 30% de los tumores el sistema inmune empieza reconociendo y atacando a las proteínas anómalas que secretan las células malignas, pero después, cuando el cáncer se disfraza para ocultarse, deja de realizar su acción». Para estos casos, continúa, existen fármacos -como los inhibidores de CTL4 y de PD-1- que «son capaces de destruir la máscara que utiliza el cáncer y hacer que el sistema inmune vuelva a reconocer la enfermedad y a destruir las células malignas».
Sin embargo, el 70% de los tumores «son más complejos» y consiguen pasar inadvertidos desde un primer momento para las defensas, sin que aún sepamos cómo revertir esta situación. Además, tampoco se conoce a ciencia cierta qué pacientes responderán a los tratamientos, añade.»Hay muchos aspectos que investigar», subraya Tabernero, que afronta con optimismo el futuro. Precisamente el centro que dirige acaba de firmar una colaboración con la Fundación BBVA para poner en marcha un Programa Integral de Inmunoterapia e Inmunología del Cáncer (CAIMI) que, con un presupuesto de 2,5 millones de euros, intentará en los próximos cuatro años despejar parte de las incógnitas que se plantean.»Uno de los objetivos es entender los mecanismos de sensibilidad y de resistencia de los tumores», explica el investigador.
Averiguar cómo responden las defensas al cáncer y de qué forma pueden predecirse y aprovecharse estas respuestas es una de las claves del proyecto que, además, también trabajará en el desarrollo clínico de fármacos inmunoterápicos.
En este sentido, uno de los puntos fuertes del programa será el desarrollo de fármacos inhibidores de los puntos de regulación del sistema inmune, una especie de frenos que el propio organismo tiene para evitar que las defensas ataquen a las células sanas.
El cáncer se vale de esta función para seguir creciendo soslayando la acción de la policía del cuerpo y liberar su acción ya ha dado muy buenos resultados en cáncer de piel, pulmón, riñón o vejiga, entre otros.
Además, también se profundizará en el estudio de por qué la eficacia de la inmunoterapia es desigual, así como en la búsqueda de biomarcadores que ayuden a localizar a los pacientes que más pueden beneficiarse de los tratamientos.»Las variabilidades que nos diferencian físicamente, como tener los ojos azules o marrones, también existen en cuanto a genética.
Eso hace que los enzimas de una persona metabolicen más rápidamente los medicamentos que los de otra y eso influye en su respuesta a la terapia», apunta Tabernero, que recuerda que hay otros factores externos que también influyen en este sentido.Uno de ellos es la microbiota, el conjunto de microorganismos que vive en nuestro organismo, cuyo papel «se había olvidado durante mucho tiempo» y ahora está demostrando ser un actor a tener muy en cuenta.
«Tenemos un kilogramo de agentes biológicos haciendo simbiosis con nuestro organismo y, como no podía ser de otra manera, estamos empezando a ver que la presencia de determinados gérmenes puede contribuir a que los tratamientos de inmunoterapia funcionen mejor o peor», explica.»Todo esto lo estamos conociendo cada vez mejor con el objetivo de promover la medicina de precisión, una medicina que se adapte al perfil de cada persona», subraya.