Por Balbueno Medina
El Proyecto de Ley de Partidos Políticos y los intereses manifiestos de los líderes de las principales fuerzas políticas de la nación, configuran un panorama indefinido de cara a las elecciones del año 2020.
De acuerdo a lo que la población dominicana presenció la semana pasada en la Cámara de Diputados, donde los legisladores dejaron ver sus compromisos respecto a las primarias abiertas y las primarias cerradas, es evidente que nos encontramos frente a un virtual rompimiento de los liderazgos fundamentales de los Partidos de la Liberación Dominicana y Revolucionario Moderno.
Las declaraciones ofrecidas por el expresidente Hipólito Mejía, en el sentido de que apoya las primarias abiertas, pura y simplemente constituyen un abono a la confrontación interna del PRM, partido que hasta el último momento había sostenido la posición de respaldar la modalidad de primarias cerradas monolíticamente, de acuerdo a lo expresado por el vocero de la bancada de ese partido en la Cámara Baja, Alfredo Pacheco.
El enfrentamiento que en principio solo se había atribuido a los líderes del PLD, Leonel Fernández y Danilo Medina, ha terminado por contagiar la partidocracia dominicana la cual atraviesa por uno de los momentos más difíciles de su historia, con la agravante de que la mayoría de la gente comienza a especular en torno al futuro político de la nación de cara al año 2020.
De producirse un rompimiento, como puede ser posible, entre los líderes de los principales partidos políticos y por vía de consecuencia el fraccionamiento de estos, hay quienes pronostican que podrían producirse dos bloques de coalición política liderados por los peledeistas, Danilo Medina y Leonel Fernández, quienes según las encuestas que se han publicado concentran la mayor adhesión de la población dominicana en estos momentos.
Mientras que el proyecto de Ley de Partidos Políticos no ha sido introducido formalmente al hemiciclo de la Cámara de Diputados para seguir el procedimiento parlamentario correspondiente, los votos de los legisladores de las diferentes fuerzas políticas ya están definidos conforme a lo acontecido el jueves 3 de mayo en la Cámara de Diputados, donde no se pudo conocer la pieza.
Una de las cosas que ha quedado claramente manifestada con el debate que se ha llevado a cabo en torno al proyecto de Ley de Partidos Políticas, ha sido que las posiciones y los intereses de sus líderes han quedado sobrepuestas a los mandatos y deseos de la mayoría de los militantes de esas fuerzas políticas.
De todos modos, las confrontaciones que han impedido el avance del proyecto de Ley de Partidos Políticos en la Cámara de Diputados, demuestra el precario progreso que han tenido nuestros líderes y lo poco que han aprendido de las experiencias vividas con las divisiones y enemistades que se han producido en el PRD, por las diferencias, el ego de liderazgo y el antagonismo político que contribuyo a disminuir a ese partido hasta convertirlo en la bisagra del oficialismo que es en este momento.
De igual manera, los episodios que han seguido michos dominicanos por los procesos históricos vividos por naciones del Continente Latinoamericano, donde los sistemas políticos han colapsado y provocado el surgimiento de regímenes de fuerza, deben ayudar a reflexionar a la clase política criolla para evitar que se puedan reeditar en nuestro país.
La realidad es que de no cambiar el rumbo que llevan los debates del proyecto de Ley de Partidos Platicos y el liderazgo de las principales fuerzas políticas ponerse de acuerdo para garantizar la unidad del sistema de partidos de la Republica Dominicana, correríamos el riesgo de abrirle paso a un liderazgo desconocido que podría poner en peligro la estabilidad de que hemos disfrutado hace muchos años.
Ojala que la cautela y la prudencia se impongan en el liderazgo de nuestros partidos y logre ponerse de acuerdo para la aprobación de una nueva Ley de Partidos Platicos que devuelva la tranquilidad a la sociedad dominicana y a la militancia política de estos que hoy día luce preocupada por la indefinición del futuro electoral del país.