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Meditabundo: Cortos

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Han transcurrido sesenta y cuatro veranos del 1953 de las siete singladuras rumbo a las Islas Canarias desde San Juan, Puerto Rico, a bordo del Yate Moineau. Solo cielo y mar. Al tomar la altura con el sextante a un astro y hacer los cálculos obteníamos la posición, latitud, longitud, en la exactitud, inteligencia superior, era confundir a Dios con la naturaleza y con la razón inherente a ella. Me detenía, sentía que era la manifestación de Dios con todo lo bueno de su creación. Estrellas, planetas benefactores de la naturaleza, un regalo de Dios a la humanidad. Vivía el universo, unidad ordenada, regida por una sola inteligencia. Dios.

Un discípulo ya en retiro, un abrazo, nos habla de meditabundo, los está conservando. Sí, hijo, meditabundo surge del razonamiento silencio, diálogo interior con el huésped de mi alma. Es el momento más instructivo de esta senectud. En el silencio interior vemos el curso de la larga travesía con la experiencia dejando huella en el alma, llena de representaciones, hechos sufridos, llorado, esperado, placentero, sirven para actuar con sus enseñanzas de las acciones que actúan en sentido contrario, en sí la lucha.

Durante los estudios en la Escuela de Evangelización Juan Pablo II el evangelio me marcó en distintas formas. Recordaba más que tristeza, sufrimientos, al no poder continuar los estudios de Derecho. Comprendí que esos sufrimientos nada fueron al aprender solo un poco de los sufrimientos de Cristo brutalmente maniatado, empujado, vacilante fue dos veces conducido de la corte Romana a la judía. El periodo de los cuarenta y tres cursos de evangelización ha sido el más firme aprendizaje cuestionador de toda nuestra vida. Gracias a Dios el alma de un viejo joven continúa las singladuras terrestres en el viaje de la búsqueda, entrega del amor al humano en la tierra abonada por la Doctrina Duartiana: Dios, Patria y Libertad. El discípulo me abraza y como siempre sentí la unión en el ESPÍRITU DE CUERPO DOMINICANO… no me sorprende el discípulo al decirme que enseñanza nos dejó el señor expresidente uruguayo José Mujica. Sí hijo, nos entregó su carga ligera al no tener nada que pertenezca al ciudadano uruguayo. Viste la presencia de su mirada serena inteligente con el verbo cargado de la ley del desapego y el respeto a la institucionalidad de la dignidad humana. Su entrega es franca, sin temor, no conoce el miedo, su carga es ligera, es tener los bolsillos vacíos. Nada tiene. En 1JN 4,18: El que tiene no es perfecto en el amor. Señor Mujica es perfecto en su contestación a la pregunta del estudiando de la UNPHU. Entregaba su ejercicio del amor al hombre solo por ser hombre. Eso es amar. Permíteme decirte. Señor Mujica me recuerdo a Winston Churchill ante los sucesos de la 2da. Guerra Mundial. Le dijo a los ingleses, “solo puedo ofrecer sangre, vidas y lágrimas”. Mujica entregó a la juventud dominicana el ejercicio institucional en la administración pública basado en la ley del desapego, de la madre naturaleza.
Consérvese bueno. Abrazos…

El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana

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