Con reminiscencias del título que conquistó hace 20 años y merced a un cabezazo letal de Samuel Umtiti en los albores del segundo tiempo, Francia hizo valer su jerarquía al sellar el pasaporte a la tercera final de su historia en la Copa del Mundo, al imponerse el martes 1-0 a Bélgica.
En un saque de esquina ejecutado por Antoine Griezmann a los 51 minutos, Umtiti consiguió anticiparse a Marouane Fellaini, custodio del primer palo. El zaguero del Barcelona saltó y le remató en las narices al arquero Thibaut Courtois, quien simplemente levantó las manos en un intento infructuoso por impedir que el balón entrara a las redes.
“Estoy enormemente orgulloso”, expresó el jubiloso Umtiti en la cancha del estadio de San Petersburgo. “Trabajamos muy duro, unidos. Fui yo quien anotó pero todos hemos dado un gran partido”.
Y por enésima vez en este Mundial, una jugada a pelota detenida resultó crucial. Esta vez definió a un finalista, y Francia chocará el domingo por el título en Moscú con Inglaterra o Croacia, que se medían en la otra semifinal, este miércoles y también en la capital rusa.
“Fue una cuestión de detalles”, valoró el estratega de Bélgica, Roberto Martínez. “Desafortunadamente para nosotros, nos pegaron en una situación con pelota parada”.
El hecho de que Umtiti le haya ganado en el salto al centrocampista del Manchester United llamó más la atención por la diferencia de estatura entre ambos. El primero mide 1,83 metros y el segundo 1,94.
“Cuando uno no es tan alto como el rival, hay que tener determinación, voluntad para anotar, para colocarse frente al jugador y creo que eso es lo que me ha permitido anotar el gol, anticiparme bien y una buena ejecución del saque de esquina”, explicó Umtiti en la conferencia posterior al encuentro.
Además, después de tanto que se habló de la mina de talento del que dispone Francia adelante, fue un defensa el héroe. En 1998, tres zagueros franceses anotaron en el Mundial: Bixente Lizarazu, Laurent Blanc y Lillian Thuram. En una coincidencia auspiciosa, ahora han marcado Benjamin Pavard, Raphael Varane y Umtiti.
“Ha sido un defensa quien ha anotado el gol, y eso que hemos tenido mucho trabajo a la defensiva”, resaltó el técnico francés Didier Deschamps. “Me quito el sombrero ante mis jugadores y mi cuerpo técnico”.
Se le preguntó a Deschamps si percibe que los goles de los zagueros son un buen augurio.
“Todos tenemos un destino propio. Tratamos de que sea el más bello posible”, respondió “Hay similitudes, pero siempre tratamos de hacer comparaciones, correctas o no… Pero al final el mérito de esto será de los jugadores”.
Otro periodista inquirió si Deschamps había visto las imágenes de los festejos del triunfo en los Campos Elíseos, y si éstas le recordaban lo que vivió como seleccionado francés en 1998.
“Las vi y me trajeron excelentes recuerdos, pero en aquella ocasión habíamos ganado la final no en la semifinal”, dijo. “El partido más importante es el domingo. Nos hemos dado este privilegio de llegar a la final”.
En busca de instalar a los belgas en la primera final mundialista de su historia, el español Martínez tomó la arriesgada decisión de colocar de inicio una línea de tres defensores para enfrentar a uno de los equipos con más talentos individuales en este certamen. Y los Diablos Rojos generaron peligro en la primera mitad con dos disparos de Eden Hazard y un zurdazo de Toby Alderweireld desde las inmediaciones del área, que el arquero francés Hugo Lloris desvió de manera providencial con las dos manos.
Francia apostó más de inicio a la contra y amenazó con disparos de Griezmann y escapadas de Kylian Mbappé, la sensación francesa de 19 años.
El tanto francés no hizo sino radicalizar las respectivas estrategias. Abofeteados, los Diablos Rojos se lanzaron en forma desbocada en busca del empate. Les Bleus, se organizaron mejor atrás y apostaron a alguna transición rápida que les permitiera ampliar el marcador.
Pero quizás por la desesperación o tal vez por el cansancio que derivó de un encuentro disputado a un ritmo muy dinámico, las aproximaciones belgas fueron generando cada vez menos peligro.
“Es algo excepcional… estoy muy contento por mis jugadores, que son jóvenes pero tienen un gran carácter”, destacó Deschamps.
En la primera final de su historia, Francia se coronó como anfitriona en 1998, merced a una goleada por 3-0 sobre Brasil, en aquella noche en que Ronaldo perdió misteriosamente sus superpoderes. En Alemania 2006, sucumbió por penales ante Italia, tras el infame cabezazo que recibió Marco Materazzi y que significó la expulsión de Zinedine Zidane y su despedida de los mundiales.
Habrá por lo tanto cierto deseo de reivindicación en la selección francesa. Deschamps fue parte del plantel campeón en 1998, y ahora está a las puertas de dos logros significativos.
El primero es de índole individual. Podría ser apenas la tercera persona en coronarse en la Copa del Mundo como jugador y técnico, algo que sólo consiguieron Mario “Lobo” Zagallo con Brasil (1958 y 1962 jugando y 1970 dirigiendo), así como Franz Beckenbauer con Alemania (1974 y 1990). Además, Rudi Voller fue jugador y entrenador de Alemania en finales: ganó como delantero en 1990 y perdió como estratega en 2002.
Además, Francia quedó a un paso de alcanzar a Uruguay y Argentina con dos títulos en su haber. Se sumaría así al exclusivo club de los multicampeones, al que pertenecen también Brasil (5), Italia (4) y Alemania (4).
Bélgica está lejos de esa cúpula y se quedó a la orilla de lo que hubiera sido un papel histórico. Disputó la segunda semifinal mundialista en su historia y cayó como le había ocurrido en México 1986 ante Argentina y un Diego Maradona en pleno esplendor.
Los belgas no ostentan un solo título de relevancia en sus vitrinas, y seguirán esperándolo pese a mostrar tal vez el fútbol más vistoso de este Mundial, en el que habían ganado todos sus partidos. Al menos podrían mejorar la ubicación que tuvieron en aquel Mundial de 1986, cuando la propia Francia los superó 4-2 en tiempo extra durante el partido por el tercer lugar. Buscarán ese tercer sitio en el duelo de consolación que se efectuará el sábado, también en San Petersburgo.