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La salud no puede ser negocio

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Lo terrible ocurre cuando algo tan sagrado como la salud deviene negocio y lucro. “Algo que no se cree”, como dice una inteligente filóloga que intenta interpretar lo que está sucediendo en la República Dominicana.

Resulta que estuvimos un tanto “a la zaga”, mientras el virus o influenza H1N1 andaba por el mundo dejando víctimas e infectados. Con ese orgullo sano que se siente cuando se ejerce un periodismo con responsabilidad social, recordamos que este multimedios dedicó editoriales y trabajos, escritos y gráficos para alertar a la población y orientarles ante la posible llegada del virus a la tierra dominicana.

Las autoridades de Salud Pública ofrecieron sistemáticamente informaciones al respecto. Pero, aún queda en la nebulosa los casos de personas contagiadas que eran detectadas al arribar a otros países, procedentes de la República Dominicana y, sin embargo, aquí se afirmaba que no había nadie con la temida influenza.

Un día despertamos con la ingrata noticia de que las autoridades de salud en el país reconocían la existencia del virus H1N1 en el territorio nacional.

Actualmente, de unos 46 casos sospechosos, nueve resultaron positivos, hasta completar la cifra de doce; aún se esperan resultados de las pruebas enviadas al Centro de Control de Enfermedades de Atlanta.

Entonces, viene lo peor. Los medios nacionales publican acerca de sectores que buscan lucrarse con la llegada del H1N1 y formulan su interés por negociar con el antiviral, lo cual ha devenido obstáculo para la distribución gratuita del medicamento imprescindible en el enfrentamiento a la enfermedad.

Pero, ¿hasta cuándo los intereses privados incidirán aún en el propósito de convertir en un negocio algo tan sagrado como la vida humana?

Las autoridades sanitarias tienen en sus manos el asunto y deben recordar que ya la Oficina Mundial de la Salud estimó que los 510 mil tratamientos dispuestos para esta nación son suficientes para enfrentar al virus.

Tampoco deben olvidar quienes actúan sin escrúpulos ante situaciones así, que las enfermedades no hacen excepciones entre clases sociales, rangos, sexos, edades, ni razas: mucho menos las epidemias. Ni las arcas más repletas pueden salvar a nadie, porque hasta el aire se contamina y ese, todos y todas lo respiramos por igual… Mejor dejar a un lado la ambición desmedida cuando de salud se trata.

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