En la historia de uno y del otro, los procesos que se dan en Haití repercuten en República Dominicana. Y viceversa. Las potencias extranjeras cuando van a ejecutar un proyecto en una de las dos naciones piensan en como eso se manifestará en el país vecino. O, de forma idéntica, ejecutan su plan en los dos países. Ven la isla como una unidad o conjunto, dependiendo los intereses.
Estados Unidos invadió a Haití de 1915 a 1934; y a República Dominicana de 1916 a 1924. Según algunos historiadores, en ambos casos Estados Unidos tenía (sigue teniendo ahora con China) celos o el temor a la influencia comercial que tenían potencias como Alemania tanto en Haití como en República Dominicana.
Estados Unidos, Haití y República Dominicana han funcionado como un trípode o un armazón de tres patas. Pero de esas tres patas siempre hay una (Haití) que ha tenido, y sigue teniendo, problemas, mientras las otras dos (RD y EE.UU.) se muestran indiferentes a los problemas de su compañera. Eso no puede seguir así.
Desde que Haití emerge como nación, el 1° de enero de 1804, ha vivido perenemente conspirando (en una primera etapa) contra RD; o contra ellos mismos. Se pueden contar “con los dedos de las manos, y sobran dedos,” los presidentes que terminan sus mandatos. Estos salen huyendo al exilio o terminan descuartizados por las turbas en las calles.
Lincharon y quemaron vivo a un prócer de la categoría de Jean Jacques Dessalines (en 1806). Con apenas 2 años en el poder, fue despedazado y los trozos de su cuerpo fueron arrojados a los cerdos. Si le hicieron eso a un líder de la revolución haitiana, imaginemos a los demás.
Las conspiraciones contra los gobernantes deben parar y RD no puede ser indiferente. Se debe asociar con Estados Unidos (aliado natural o el hermano mayor de las dos naciones) y entre los tres aplastar los
conspiradores históricos. Las autoridades norteamericanas y dominicanas los conocen muy bien. Los empresarios dominicanos y un sector norteamericano tienen sus intereses económicos en Haití.
Si Haití tiene paz, logrará su bonanza económica, que será bienestar para RD, que no tendrá una carga migratoria tan pesada: todos ganamos, pues haitianos y dominicanos tenemos una vinculación indisoluble.
Jovenel Moïse
Haití es el “paño de lágrimas” de República Dominicana y viceversa. Uno no puede vivir sin el otro; lo que afecta a uno daña al otro: desde un fenómeno natural, las enfermedades, hasta los conflictos políticos, económicos y sociales. Lo que destruye a Haití, destruye a RD.
Por esto me sorprende ver la tranquilidad de RD, cuando Haití está prendido en candela; y no paran (nunca han parado ni pararán) las conspiraciones contra su presidente, Jovenel Moïse, elegido
democráticamente. Y con buenas intenciones, pero no lo quieren dejar
gobernar.
Me sorprende también la “ingenuidad” (se hace la tonta) de la prensa dominicana, cuando a unas conspiraciones bien organizadas las llama “manifestaciones de protestas sociales y contra la corrupción”.
La prensa debe decir que esos despiadados conspiradores, mientras su país arde y se hunde más en la pobreza, ellos están en República Dominicana, Miami, Estados Unidos, Canadá, Francia.
En Haití no hay sosiego: lo destruyen todo, saquean hasta los cementerios.
En los últimos desordenes las turbas iban a los cementerios y sacaban los cadáveres para salir con ellos a “protestar”; arrojándolos o poniéndolos en las calles como obstáculos.