Cuando los seres humanos están cansados espiritualmente piensan que pueden resolver los desafíos terrenales, temporales, con la destrucción de la naturaleza, de la naturaleza que nos sostiene, y así no se puede masticar una rosa, mucho menos si es roja.
Si los quisqueyanos queremos mantener un lugar donde descansen las conciencias limpias y puras de nuestra Anacaona, de nuestra Madre de la Patria, como bien le llamara la noble creadora Ángela Hernández, a nuestra insigne poeta Salome Ureña de Henríquez; si los quisqueyanos queremos mantener un lugar donde more la conciencia libertaria de nuestra patricia Maria Trinidad Sánchez, ese lugar es Los Haitises, que debe ser declarado Parque de la Conciencia Humana.
Los negocios de Palacio han dejado al ministro de Medio Ambiente, Jaime David Fernández Mirabal, tendido en el suelo y con un incoherente hablar. Pero, sobre su pecho Mirabal brotará el canto de los Haitises pregonando : “¡ Libre como el Sol cuando amaneces, yo soy libre, como el Mar, libre como el ave que escapó de su prisión y puede al fin volar, libre, como el viento que recoge su lamento, yo soy libertad¡”.
Sobre su pecho Mirabal renacerá la humilde sabiduría, para que entienda que los Haitises son el bosque menos egoísta y prepotente que ojos humanos hayan visto. Un lugar “donde brilla el tibio Sol, con un nuevo fulgor dorando las arenas, donde el aire es limpio aún bajo la suave luz de las estrellas, donde el fuego se hace amor, el río es hablador y el monte selva; hoy tenemos un lugar para construir las estatuas, gigantes como la de la libertad en New York, de las Mirabal; estatuas que deben ser colocadas, cada una en los puntos cardinales, para que delimiten claramente el área protegida, inviolable. Colocada para que su delimitación le señale a cada perverso que intente violarla que le está dando otra paliza a las Hermanas Mirabal. Y colocar una estatua de Dedé Mirabal leyendo sus memorias, recordándole a todos y cada uno lo perverso e inaceptable que son las dictaduras y sus silenciosos servidores.
La jueza Sara Henríquez Marín hizo bien en acoger la petición del movimiento campesino y del Espeleogrupo de Santo Domingo y suspender provisionalmente la licencia y paralizar la construcción de la cementera que levanta en Monte Plata el Consorcio Minero Dominicano.
A Jaime David le corresponde ahora olvidarse de ese innecesario proyecto, olvidarse de los siempre indecorosos negocios de Palacio y construir en Los Haitises las gigantescas estatuas de las Hermanas Mirabal y permitirles que junto a la estatua de Dedé sea un lugar, el edén de la conciencia humana, donde cada nuevo atardecer el cielo arda y escuche el viento trayendo canto de amor, trayendo el perfume de una flor, trayendo el ritmo de un tambor, trayendo danza de pasión y paz, convirtiendo todo aquello en una pradera tan humana como santa. ¿Hay maneras de hacer las cosas?