Una de las cosas más fascinantes en los seres humanos es su capacidad para creer en las mentiras, a pesar de que saben que son mentiras; sobre todo cuando las dicen ellos mismos. Cuando usted dice una mentira, ambas partes de su alma se enfrentan; es decir, allí se inicia una batalla entre Dios y el Diablo y allí descubre usted la existencia de esas dos fuerzas, que lo acompañaran mientras respire oxigeno terrestre.
Y la relación entre ambos poderes no funciona porque ambas partes quieren ser entendidas en forma simultánea. Y cuando eso ocurre, se produce el diálogo de los locos, el diálogo de los sordos. Todo esto se da dentro de usted, es su propia batalla, su propia Guerra: la verdadera.
Ninguna de las partes esta escuchando, ambas están esperando, aspirando a imponer sus planteamientos. No hay entendimiento, no hay ganadores. En ese momento ambos terminan perdiendo, pero esa derrota, momentánea, conduce a la búsqueda de la verdad, en ambos sentidos.
A la búsqueda del placer que produce creer en las mentiras, aceptándolas como verdad y a la búsqueda del placer que produce la búsqueda de la verdad, entendida como el estado de armonía entre los acontecimientos físicos, palpables, tocables, visibles, escuchables y los acontecimientos emocionales, sentidos y expresados como sentimientos. Cuando esas dos fuerzas se encuentran y actúan armónicamente usted ha vivido una verdad. El gran misterio con la mentira consiste en que nunca quiere seguir viviendo, siempre quiere morir. Es la mayor adoradora de la muerte que tiene el universo, es la mayor creadora de movilidad social.
Y el vivir una verdad quiere decir que usted ha encontrado su destino. Todos los seres humanos quieren creer que tienen un destino, una misión que cumplir, un mundo que salvar, o más simple y más complicado aún: Un amor que encontrar, un amor que conquistar y un amor que vivir.
No es posible perseguir el imaginado destino si usted actúa en base a la in manipulable verdad. Esa verdad sostiene, aparece en la boca de uno de los personajes en mi novela La Sagrada Familia, que “no importa lo que hagamos, no podremos ni agregarles ni quitarles una pulgada al mundo”; y esa ley hace que por simple sentido común entendamos que el planeta tierra nos obliga a compartir, no a competir.
De los grupos sociales, los campesinos son quienes mejor se apegan a esa gran verdad, saben que no podrán ni agregarles ni quitarles una pulgada al mundo y no inventan. Por esa razón fundamentan su vivir en tres elementos básicos: comer, hacer el amor y dormir. A partir de ahí, todo su filosofar esta regulado por algunas pocas leyes que siempre se cumplen, como aquellas de que “siempre que llueve, para”, es decir, todo pasa, o, “todo lo que sube baja”, o, para definir las relaciones entre los grupos sociales, “aves de un mismo plumaje vuelan juntas”, queriendo decir, “ladrón anda con ladrón, cuero anda con cuero, gente seria anda con gente seria”. En ese mundo simple y hermoso, la noción de destino está ligada a encontrar una buena comida, gozar un tremenda mujer y a dormir bien. A partir de ahí, todo lo demás es “buche y pluma no mas”.
Todo se complica cuando llegamos a las ciudades y su mundo político. Aquí como las mentiras se agrandan, los destinos se agrandan; y aparecen con todo y traje los papis champú. Hay una cosa innegable: la verdad te hace libre, en todos los sentidos. Y como el mundo político no tiene como objetivo hacerte libre sino hacerte manipulable, en ese imperio las mentiras son constantes y cada vez más grandes. Ello así, porque no es posible perseguir un gran destino sino se crean grandes mentiras.
Quisqueya tiene un ejemplo clásico de “gran mentiroso con una gran misión”. Va a un acto del PLD y se declara auténtico boschista, pero en la práctica es el más auténtico aliado de la derecha, de la derecha degenerada. Dos cosas caracterizan en forma inequívocas el hacer político de Don Juan Bosch: Su honestidad y su rechazo a nuestra oligarquía, su rechazo a esa asociación de ladrones sin piedad que tiene como brazo armado a la iglesia católica.
En el primer renglón, la honestidad, nuestro actual mandatario ha demostrado que no cree en ella como una cualidad obligatoria para ejercer la vida pública, tanto así que en su gabinete tiene a dos condenados por nuestros tribunales; y en cuanto a la oligarquía, es sabido que es un enamorado de ella, que se desvive por sus sonoros apellidos, que parece gozarlos más que al acto sexual.
Va a un acto de la banda Castillo y se declara vinchista, a pesar de que la banda Castillo inició su carrera siendo palero trujillista y a partir de ahí, todo su accionar ha estado fundamentado en una práctica que nuestras leyes estipulan como difamación, de la cual son portadores de una condena, para que no puedan negarse. Pues bien: nuestro gobernante nunca fue palero y nunca ha sido un difamador, pero el se cree la mentira de que es vinchista y la vive y la goza.
Va a un acto reformista y se declara como el auténtico heredero del balaguerismo. Balaguer fundamentó su vida política en el crimen solapado, incluyendo el de las hermanas Mirabal, en ser un servidor silencioso de la dictadura trujillista, en su rechazo a amar todo ser humano, incluyendo aquellos que le señalaban como hijos. Nuestro actual gobernante, a pesar de haber sufrido la mayor cantidad de movimientos huelgarios, nunca ha ordenado el asesinato de un opositor, ni siquiera mediante el perverso método de la insinuación; nunca ha sido servidor de una dictadura y tiene y siente un verdadero amor por sus hijos, por su madre, por los seres humanos.
¿De dónde le sale afirmar que es el verdadero heredero de Balaguer? El sabe que no lo es, pero es una mentira que el se cree y que disfruta; es una mentira que le permite vivir la búsqueda de su imaginario destino. Que hay algunas prácticas del balaguerismo, como la de comprar adversarios, que el aplica, es verdad, pero esas prácticas no fueron las esencias del régimen; y cuando uno asume la postura de algo, asume su esencia, el tronco, no las ramas. Y para ser honesto, consecuente con la cultura política universal, aquellas prácticas balagueristas que ha implementado, no fueron una creación de Balaguer, sino que son metodologías del mundo político que han practicado todos los gobernantes perversos.
Si uno persigue las actuaciones de nuestro actual gobernante, lo que encuentra es que este hombre no cree en ninguna cosa, no tiene principios que defender ni valores que sujeten su actuar. Por esa razón su mayor afán es imponer temas, no para defenderlos, sino para gozar el debate, para entretener, para que el triunfo lo haga sentirse como elegido. Y como usted ya sabe, si se dice la verdad, ni hay temas, ni hay debates, ni hay entretenimientos, y mucho menos goce. Es decir, en el mundo político, y en muchos otros mundos, si no hay esas cosas, hijas de las mentiras, no hay destino que perseguir. Sus mentiras todas se las cree porque son el fascinante mecanismo para que pueda seguir buscando su imaginario destino.