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Bonarelli, cuando triunfa una pasión…

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Es cierto que la poesía va de la mano y puede sorprenderse en cualquier recodo indispensable de la vida. Isabel Allende articuló cocina y amor en su libro Afrodita, traspasó el umbral gastronómico y enseñó cómo el apetito y el sexo “preservan y propagan las especies, provocan los cantos y las guerras".

De amor y de familia habla la obra de los Bonarelli en la República Dominicana, una historia que comenzó hace más de medio siglo, cuando llegó el abuelo y sentó simiente…

“En verdad, se trata de algo que nos causa ahora orgullo a todos; pero, que se llevó a cabo con mucho trabajo y sacrificios”.

Hay una nota de admiración y respeto en la expresividad de Giancarlo Bonarelli, Chef Ejecutivo y Gerente Operativo cuando menciona a sus ancestros y no vacila en afirmar que sus hermanos y él enfrentan todo este gran proyecto familiar “como un verdadero reto”.

Según su criterio: “Esto ha sido un proceso de mucha dedicación, ya que a medida que pasa el tiempo el cliente se vuelve más exigente con los productos en cuanto a calidad y sabor. Nuestra misión es sobrepasar las necesidades de cada quien y crear una experiencia mas allá del buen comer y de un grato ambiente, con productos y servicios innovadores. A medida que los tiempos cambian se necesitan innovaciones, tanto en infraestructura como en menú, junto a la perseverancia de siempre estar presente en los negocios”.

Para otro de los descendientes, Aldo Bonarelli, Gerente de Comercialización, hay un ejercicio clave que tiene que ver con la pasión: “mantenerla como fue desde sus inicios. Todo esto significa, como señaló nuestro hermano, mucho sacrificio. Eso tiene que ver con el balance final”.

Afirma, además: “El Vesuvio Tiradentes fue creado como pizzería en 1972. Era una forma de seguir el negocio familiar, con la intención de llegar a otros sectores y clientelas de la ciudad; luego, debido a las exigencias nos fuimos convirtiendo en el restaurante que somos hoy en día”.

El Gerente Financiero, Salvatore Bonarelli, confiesa a DominicanosHoy que esta experiencia va más allá del valor material, para convertirse en un aporte a su formación y desarrollo: “Vesuvio Tiradentes es reconocido por su diversa clientela. Los fines de semanas se transforma en una atmósfera familiar; los miércoles y viernes devienen noches románticas, con música en vivo y todos los días se percibe un ambiente ejecutivo, ya que contamos con nuestro saloncito privado, que también se presta para bautizos, comuniones y reuniones privadas”.

El más pequeño de los hermanos, Renato Bonarelli, es el Gerente Administrativo y además de apoyar los otros criterios, entiende que han tenido a su favor esta confianza plena en lo que realizan como tradicional acuerdo. “Sólo que a veces, cuando estamos reunidos en familia, no sabemos desvincular nuestras obligaciones individuales con esa responsabilidad cotidiana de ofertar un producto con calidad, con un servicio que nos identifica”.

Ante la interrogante de ¿qué les distingue y particulariza dentro de los múltiples restaurantes que compiten en el país por ofrecer lo mejor de sí en el arte culinario?, refiere que se trata de la trasmisión de la experiencia culinaria por más de cincuenta años, la cual se transforma en un sello de calidad en cada plato. “Esto significa todo un engranaje: “si falla una cosa, se cae la otra…”

Un tronco y sus ramas…

En el Vesubio de la Tiradentes, El Vesuvito, como también se le conoce, todo está debidamente pensado en un empeño que infunde distinción, exclusividad, refinamiento e intimidad.

En tanto que Mitre oferta platos más variados de la cocina internacional, el Vesuvito mantiene un estilo más “conservador” y “clásico”, tal y como comentan los cuatro hermanos.

– ¿Una especie de complicidad con quienes les visitan?

“Sin duda”, responden casi al unísono. “También representa mayor responsabilidad”, añade otro de ellos: “Si cambias un elemento de una comida acostumbrada, se considera mal hecha. Por eso hay que mantener inalterable algunas recetas, para no defraudar los gustos y costumbres de esas personas que nos prefieren”.

Entre sus platos favoritos se hallan los Langostinos Fradiavolo, Camarones a la Moda, Cotoletta a la Parmesana, la Torre de Langosta, el Mignoncito Vesuvio, la Pechuga de Pollo a la Siciliana, el Chilean Seabass, las Chuletitas de Cordero, y una gran selección de antipastos, junto a las deliciosas pastas.

En estos momentos, se encuentran enfocados a la capacitación del capital humano y en la formación de una estructura que soporte el crecimiento que responda a su crecimiento, como empresa y como familia.

Con relación a los proyectos más importantes reflexionan: “Mediatamente tratamos de mantenernos a la vanguardia y buscar proyectos innovadores que sean de interés para nuestros clientes. Estamos cocinando algo, pero sin que todavía sea concreto, ya les avisaremos…”

Un pensamiento de Fernand Point acompaña la reflexión final: “No se puede cocinar bien si no se pone en ello el corazón, dado que, por encima de todo se trata de que reinen en torno a la mesa sentimientos de amistad y de fraternidad”.

La memoria del abuelo Bonarelli vive en cada pedacito de obra que edifican sus descendientes. Sí, vale la pena hablar de proyectos y enterezas de este tipo, cuando se ha cumplido un sueño y prima, sobre todo, el saldo de la pasión…

(*)Guy de Maupassant

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