El Cardenal Oscar Andrés Rodríguez, de Honduras, es un golpista consumado.
Su mensaje de matar para derramar sangre se cumplió al pie de la letra.
Tropas del Ejército de Honduras abrieron fuego contra una multitud desarmada que esperaba al presidente constitucional Manuel Zelaya.
La acción conspirativa contra Zelaya, por sus implicaciones en la geopolítica Latinoamericana y el Caribe, es una acción temeraria, desafortunada y revive el fenómeno del militarismo totalitario, abusador y criminal.
Los países de Centroamérica y el Caribe tienen gobiernos basados en las reivindicaciones sociales, el respeto a los derechos humanos y la democracia social participativa.
Este fenómeno socio-económico y político no es aceptado por las fuerzas ultra conservadoras y oligárquicas. De ahí que en cada nación donde surgen cambios que afectan sus intereses se agrupan para conspirar llegando a las asonadas militares.
Al presidente Hugo Chávez Frías, de Venezuela, un reducido grupo de militares al servicio de los oligarquías, atrincherados en estamentos del Estado y medios de comunicación. trataron de derrocarlo. No lograron su objetivo por la reacción de una oficialidad joven comprometida en impulsar la revolución bolivariana.
En Honduras, los golpistas pretenden salirse con la suya.
Si triunfan, el golpismo se extenderá por la región.
El Cardenal Rodríguez, de Honduras, es el vocero de los sectores fascistas y de los militares criminales. Por eso, la advertencia hecha el sábado en un comunicado de la Conferencia Episcopal, en el sentido de que si el presidente constitucional legitimado por el voto popular, Manuel Zelaya, regresaba el domingo “eso podría desatar un baño de sangre”.
Este mensajero de la maldad, actuando contrario a la doctrina humanista de la iglesia católica, de estar al lado de los débiles, rechazando la violencia y el crimen, condicionó el terreno para que los militares concentrados en el aeropuerto dispararan a la gente, y el baño de sangre se materializó.
Este cardenal Rodríguez es el mismo que hace varios años visitó al país para experimentar con presos dominicanos en las cárceles de Najayo y La Victoria unos medicamentos psicotrópicos.
El experimento, que debió aplicarlo en su país con presos hondureños, fue auspiciado por el Patronato Nacional de Reforma Carcelario, presidido por el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez.
Los resultados del experimento se desconocen.
Así actúa este Cardenal, que no es un enviado de Dios, sino un servil de militares al servicio del crimen.
Lo que sucede en Honduras tiene que ser enfrentado por el continente y el mundo. No se puede permitir que un presidente de facto, Roberto Micheletti, y un cardenal, enemigo de los pobres, de la democracia y la libertad, Rodríguez, impongan un golpe de Estado que lleva dos muertos y más de diez heridos.
Los organismos internacionales, Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos deben hacer cumplir las resoluciones adoptadas, desconocidas de una manera prepotente exhibiendo militares ocupando un aeropuerto para que el presidente Zelaya aterrizara y con él, un representante de la ONU. Este es un desafío intolerante que merece una respuesta contundente: nada de negociación con los golpistas, regreso inmediato a la presidencia de Honduras de Zelaya.
Lo que está en juego en Honduras es la supervivencia del sistema democrático y de un régimen de derecho. No se negocia con gorilas militares, ni mucho menos el oprobio que encarna y representa Micheletti.
Regreso inmediato de Zelaya a la presidencia de Honduras.
Ese es el reclamo y la decisión de la comunidad internacional.