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Converso y leo con frecuencia como guía en la vida de dominicanos el Decálogo Duartiano. Si el sistema político dominicano estuviera enraizado en Juan Pablo Duarte y la historia, la vida del dominicano estaría en constante prosperidad y felicidad. Cuando “se ama la patria con amor insaciable y entrega total”. Todos los dominicanos estaríamos libres de injerencias extranjeras y sería una pureza de dominicanidad fortalecida por la moral administrativa de los asuntos de estado y nacionalismo en amor en todo sentido.
Ansío ver la enseñanza y práctica de la política dominicana basada en los pensamientos y actos de Juan Pablo Duarte. Duarte fue anti-oligarquía. Escribió: “La nación dominicana no es ni puede ser jamás de patrimonio familiar ni persona alguna, propia mucho menos extraña”.
Duarte fue demócrata liberal. Una nación de cuatro poderes: Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Municipal y escribió el proyecto de Constitución estableciendo que el gobierno de la nación dominicana deberá ser siempre y ante todo, propio y jamás ni nunca de imposición extranjera, bien sea esta directa, indirecta, próxima o remotamente; es y deberá ser siempre popular, en cuando a su origen, electivo, en cuando al modo de organizarlo, representativo, en cuando al sistema, republicado, en su esencia y responsable, en cuando a sus actos”.
Duarte y el respecto a la ley: “La ley, salvo las restricciones del derecho, debe ser conversadora y protectora de la vida, la libertad, el honor y las propiedades del individuo, y no cree que es la regla a la cual deben acomodar sus actos, tanto los gobernados como los gobernantes, considera que debe ser respetada, para que pueda reinar el derecho, la justicia, la fraternidad y la concordia.
En su proyecto de Constitución, asegura que la ley es la que al gobernante el derecho de mandar e informar al gobernado la obligación de obedecer y que por lo contrario, toda autoridad no constituida con arreglo a la ley es ilegal y por tanto no tiene derecho alguno a gobernar ni se está en la obligación de obedecerla.
Seamos como Duarte, nunca dudó del valor político de la juventud ni de sus deseos de superación y progreso y le escribió una carta a José Gabriel García, en el 1869, la anima así seguid jóvenes amigos, dulce esperanza de la patria mía, seguid con tesón y andar en la hermosa carrera que habéis emprendido y alcanzad la gloria de dar Cuma a la grandiosa obra de nuestra generación política, de nuestra independencia nacional, única garantía de las libertades patrias.
Aquí Duarte a los jóvenes trinitarios a los que llamaron “la revolución de los muchachos”. Duarte 25 años, Juan Isidro Pérez y Benito González 27 años. Félix María Ruiz y Juan Nepomuceno Ravelo 23 años. José María Serra y Jacinto de la Concha 19 años y Pedro Alejandro Pina 18 años. Son el gran valor y ejemplo a seguir.
Ansío ver la enseñanza política dominicana basada en los pensamientos y actos de nuestro Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte. Creo firmemente en la juventud, es el presente de la nación dominicana; guiarse por los valores morales de nuestros antepasados jóvenes. Ahí está la historia. Imitarlos…
Nuestro padre de la dominicanidad creía firmemente en la justicia divina. Hoy los dejo con Juan Pablo Duarte y Dios.
“El buen dominicano tiene hambre y sed de la justicia a largo tiempo, y si el mundo se la negare, Dios, que es la suma de bondad, sabrá hacerla cumplida y no muy dilatada, y entonces “ay de los que tuvieran oído para oír y no oyeron, de los que tuvieron ojos para ver y no vieron”.
Seguiremos con nuestro presente padre Juan Pablo Duarte.
Consérvese bueno.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.