La descomposición general que se observa en el país, derivada de los malos ejemplos que se ven a diario por parte de los que dirigen los estamentos, tanto públicos como privados y los conglomerados sociales, no deja nada a la imaginación. La corrupción es tanta, que el hedor que de ella se desprende es imposible esconderlo y el pus que brota a borbotones, ha traspasado los límites de la resistencia humana normal. Es asqueroso lo que está sucediendo en nuestra nación
Diariamente, y en toda clase de situaciones existentes, alguna degeneración sale a relucir, agobiando a los que todavía no se han contaminado con esta infección de podredumbre que esta “cangrenando” a la familia dominicana en todos sus segmentos. La desintegración es tal, que ya son pocos los núcleos sociales que puedan exhibir cualidades positivas que generen el interés de la sociedad para hacerlos paradigmas y objeto de admiración ejemplarizadora.
Esta situación ha traspasado fronteras internacionales. No hay una sola publicación extranjera de las que se dedican a llamar a la atención del mundo sobre sociedades corruptas y donde se da a conocer el índice de crecimiento de estos males endémicos, que no resalten el hecho cierto de la gravedad destructora que esta aconteciendo en la tierra Quisqueyana. Y es que lo que se ve en el país, no es para morirse de risas, si no más bien, para ponerse a pensar seriamente en soluciones pragmáticas y drásticas en corto plazo.
La incertidumbre que se cierne sobre las personas decentes es de tal magnitud, que ha llegado a la desesperanza y frustración colectiva en los círculos que reúnen a quienes se preocupan y propugnan por soluciones, y es que los obstáculos que encuentran donde quiera, impiden que se desarrollen los planes de mejoramiento social necesarios para adecentar la nación, trayendo como consecuencia funesta, que cada vez menos personas de estatura moral incuestionable se interesen en participar en la búsqueda de respuestas adecuadas a esta vorágine que nos afecta.
Y esto es gravísimo, pues de no contar el país con estos núcleos ejemplarizadores y que son los menos, el derrotero iniciado hace ya mucho tiempo, será irreversiblemente indetenible. Pues la vertiginosidad del derrumbe de la sociedad dominicana y el deterioro de sus principales recursos morales es tan acelerada, que augura un tenebroso futuro para quienes forman parte de esta nación y que está viviendo este maldito proceso de desintegración colectiva del país.
Por eso, los que todavía pensamos que la Patria no es un símbolo utópico y que debieran producirse acontecimientos que lleven a la reflexión, expresamos la necesidad de que surjan del seno del pueblo, líderes que sean capaces de enderezar los entuertos en que estamos sumidos. Pero no con politiquería barata y demagoga, sino con propuestas serias de carácter social y humano, que puedan producir el reordenamiento de los hábitos deformados de los ciudadanos de esta pequeña pero gran República, para de esta manera, desenrollar el nudo con que han enmarañado al país aquellos malos dominicanos que son los responsables únicos y absolutos – los que nos han desgobernado y los poseedores del capital- de los males acarreados hoy por hoy a los originarios de esta tierra, quienes antes nos sentíamos orgullosos de su historia y sus ejemplos de patriotismo.
Hay que tratar, por los medios que sean necesarios, de encontrar la forma, – tiene que haberla – para que salgamos de tantos problemas y dejemos de ser lo que todos piensan de nosotros: “una sociedad en disolución”.