A medida que pasan las semanas, médicos e investigadores revelan nuevos secretos detrás del coronavirus COVID-19. La pandemia ha afectado la cotidianidad mundial y ha ocasiona que millones de personas permanezca en confinamiento.
Sin embargo, en las personas que son contagiadas del virus la sintomatología se manifiesta de distintas formas. Inicialmente cuando se reportaban los primeros casos se identificaba como síntomas: fiebre, tos e insuficiencia respiratoria. Los Centros para Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos agregaron más síntomas en los últimos días a la enfermedad como son dolor muscular, escalofríos, entre otros.
Al igual como la sintomatología ha ido cambiado, también lo ha hecho las consecuencias del virus. El COVID-19 provoca complicaciones inflamatorias, neurológicas y cardiovasculares. En este último aspectos los estudios apuntan a que en los casos más graves hay más manifestaciones de este tipo.
Cada vez más estudios apuntan a un elevado nivel de complicaciones cardiovasculares en los casos graves.
A finales de marzo, un estudio publicado en la revista estadounidense JAMA documentó afecciones cardíacas en el 20% de un grupo de más de 400 pacientes hospitalizados en Wuhan.
Paralelamente, se observa la formación anormal de coágulos de sangre en algunos enfermos: un estudio holandés los detectó en un tercio de un grupo de casi 200 pacientes.
Esta presencia de coágulos en la circulación sanguínea puede provocar un ataque cerebral, una embolia pulmonar o un infarto.
A través de autopsia, en varios países como Estados Unidos, se encontró microcoágulos dentro de los pulmones de los fallecidos con COVID-19. Según el médico Leonardo Biolatto del portal Mejor con Salud, los coágulos en estos órganos pueden obstruir la circulación de sangre e impedir el paso de oxígeno de la inspiración a tejidos y que estos mueran, es decir una embolia pulmonar. Ante esto se señala que se implementó en el tratamiento el uso de anticoagulantes.
Un estudio de la revista Radiology, publicado el 23 de abril, señaló que 23% de pacientes dentro de la investigación tenían una embolia pulmonar aguda, además que los síntomas de esta dolencia se manifiestan luego de alrededor de dos semanas.
El portal señala que uno de los indicadores de procesos cualitativos es el dímero D. La evaluación de esta sustancia es uno de los indicios que tienen varios profesionales para conocer el avance de la enfermedad. Un alto índice está relacionado a incidentes trombóticos.
El estudio sugiere a profesionales que en el caso de pacientes con características clínicas graves de COVID-19 se le realice una tomografía computarizada de tórax con contraste y no la de sin contraste que forma parte de la rutina y así poder determinar si desarrollaron una embolia pulmonar. (I).