Buena alimentación en niños refleja los hábitos familiares

Sin duda un niño feliz no es el que tenga el mejor juguete o ropa. Es más bien el que cuente con una correcta alimentación que aporte nutrientes, vitaminas y más al cuerpo del menor. Por eso es importante lo que ingieren día a día en casa.

La nutricionista Sussy Corral Rivadeneira recomienda prestar atención a las comidas que se les proporciona a los prescolares menores de un año que van dejando la lactancia exclusiva y empiezan a ingerir nuevos alimentos. En este proceso, al que se lo conoce como ablactación, se debe garantizar una completa cocción de los alimentos que puede incluir preparaciones al vapor. “Los niños a esa edad intestinalmente no terminan de desarrollar todas las enzimas que ellos necesitan”, indica Corral.

“Hay que darle todo apropiado en comparación a su manito. La palma de la mano del niño va a servir como una guía para poder acomodar carbohidratos, proteínas, vegetales y grasa”, añade la profesional.

Corral continúa explicando que los niños que se sitúan entre los 2 y 7 años se desarrollan más rápido. Aquí es cuando suelen aparecer las anemias, ya que el niño es muy cerrado con lo que quiere y no. Por lo que recomienda preparar cremas de zapallo, zanahoria, espinaca y más.

Ya cuando el menor pasa los 7 años hasta los 10 empieza a aceptar más los alimentos. “Es una etapa en la que se puede negociar”, apunta y sugiere que al momento de servir la comida se puede dividir el plato en tres partes. “La mitad del plato debe ser vegetales y frutas o vegetales o solo frutas. La cuarta parte del plato se llena con el carbohidrato que puede ser pan, arroz, las papas. O carbohidratos complejos como la lenteja, garbanzo, el choclo, quinua, mote, verde, etc., y en el último grupo las proteínas”, explica refiriéndose a la técnica conocida como My Plate.

A estos alimentos de origen vegetal se les puede sumar –en menor cantidad– pollo, pescado, huevo, carne, lácteos sin azúcar, indica la nutricionista Cristina Bajaña de Flores, ella aconseja evitar en lo posible los alimentos superfluos, ultraprocesados (galletas, bebidas azucaradas –desde gaseosas hasta leche o yogures azucarados–, exceso de edulcorante, pan, entre otros). “Evitar estos últimos va a disminuir el riesgo de obesidad o malnutrición, enfermedades metabólicas, ansiedad por productos hiperpalatables, caries, disminución del sistema inmunológico, etc.”, resalta la especialista.

Bajaña sostiene que el hecho que un niño prefiera alimentos más intensos y atractivos/adictivos se debe a que tiene un paladar mal adaptado. Para evitar esto invita a los padres a tener en casa y al alcance de la mano frutas. “Si tenemos en el centro de la mesa un bowl con dulces no esperemos que hagan una elección saludable si la oferta no lo es”, advierte.

Ambas profesionales coinciden en que los hábitos familiares influyen en gran medida, pues el compartir todos en la mesa generando un ambiente agradable, donde además los miembros consumen los mismos alimentos (en diferentes medidas), reduce riesgos de obesidad. “Si los niños ven lo que comen sus padres y esto es en la generalidad una alimentación saludable, es lo que conocerán como normal, como lo espontáneo y lo harán ellos también”, menciona Bajaña.

“Si la familia puede cocinar juntos, comprar los alimentos juntos, y comer juntos están haciendo el camino perfecto para que ese niñito sea un adolescente saludable y luego un adulto saludable que criará a su vez niños saludables”, agrega, por su lado, Corral, quien además sugiere que una vez por semana se aplique la regla del 80/20, un plato que es ochenta por ciento saludable y veinte por ciento distracción.

Importancia de la ingesta de agua

El agua tiene múltiples beneficios para el organismo del ser humano. Favorece la concentración y el rendimiento cerebral, además mantiene regulada la temperatura corporal, transportando al mismo tiempo nutrientes a las células y ayudando a la digestión de los alimentos. La ausencia de este puede ocasionar –entre otras cosas– cansancio, irritabilidad, distracción y resequedad en la piel.

En los niños su importancia es aún mayor. Es más, este líquido debería convertirse en el mejor amigo de los infantes, pues son ellos los que necesitan ingerir más cantidad de agua que los adultos. ¿Por qué? Los motivos son varios, por ejemplo, los menores podrían llegar a sufrir de deshidratación, pues suelen presentar mayor dificultad para regular y mantener su temperatura corporal. Además, no suelen ser capaces de detectar las señales del cuerpo, por ejemplo, la sequedad en la boca cuando tienen sed.

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