Una palabra mal dicha o con un matiz fuerte, puede ocasionar una perdida en el crisol trasparente de una amistad personal, crear un resentimiento en la conciencia de la persona receptora y hasta la apertura de una grieta emocional en la relación pareja. Este último aspecto se explica muy bien en la Violencia Psicológica cuando se refiere a los términos que expresan menosprecio, falta de respeto o discriminación hacia la mujer y sus acciones acostumbradas.
Se abre un proceso de resquebrajamiento de las relaciones interpersonales, pérdida de confianza, dudas, precisamente por disfunción en la comunicación. La esencia causal está en la palabra que muchas veces, las personas no le otorgan el verdadero alcance.
Resulta que una herida corporal puede dejar una marca imperceptible al curarse y con tratamiento estético puede hasta desaparecer. Pero una herida en lo intangible de la mente humana la conciencia, en el amor, en los valores morales, muy raramente tiene cura aunque ni siquiera existan rencores.
La violencia y el sexismo de la lengua cotidiana, forma parte del proceso ancestral de discriminación hacia las mujeres. Esta lucha no es una moda del siglo XXI sino el resultado de las luchas político e ideológicas de las feministas en muchos lugares del mundo, donde se incluye el uso de las lenguas que son el rosto y el alma de los pueblos.
Los organismos internacionales desde 1987, se hacen eco de estas batallas por la equidad y el respeto social, con la aprobación de recomendaciones, disposiciones y normativas de la UNESCO hacia el uso no sexista en el lenguaje y de un Programa de Acción Comunitaria hacia la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres 1996/2000, entre otros.
Resulta de imperiosa necesidad comprender el asunto, para detectar a cada momento el sexismo lingüístico discriminativo, especialmente en la prensa y demás medios de comunicación que conforman opinión pública, en muchos temas, como se señala en el libro Mujer….palabra divina, auspiciado por el Instituto Colimense de las Mujeres, con temas publicados en este diario, que se presenta esta semana en La Habana, en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Cuando las mujeres quedan invisibles en el texto de un discurso, con referencias peyorativas hacia ellas o con anécdotas, chistes y trato de segundo orden, hay que eliminar el filo del estilete que hiere la conciencia social.
Detalles tan insignificantes como el trato en las entrevistas a personalidades desatacadas por sus méritos culturales, científicos, artísticos, deportivos y políticos.
Quien presenta al inicio las nombra con sus rangos, Doctora, Ingeniera, dirigente, con sus nombres y apellidos, pero una sola vez. luego, en el transcurso de la entrevista emerge la subjetividad discriminativa y como abuso de confianza las mencionan sólo con el nombre, Cary, Mary, Lupita, para reiterar la intimidad que proviene del seno hogareño.
Imperceptiblemente se reiteran los esquemas patriarcales
establecidos, la mujer lo íntimo, lo privado, el hogar, la familia. Si el hombre es el científico o ingeniero o artista entrevistado el tratamiento de respeto se mantiene. Nunca le preguntarán quien le cuida los hijos o hijas cuando éste realiza sus funciones, ni le dicen Miguelitín, Carlitos, o querido Toño en todo de confianza.
Para desconstruir esos fuertes patrones sociales hay que trabajar de manera permanente, tener presta la atención para detectar las funestas tradiciones en el lenguaje de hombres y mujeres incluidas. Hallar palabras nuevas que sin herir la conciencia puedan descubrir aristas enriquecedoras que nos hagan visibles en las lenguas populares. Los estiletes también son instrumentos de cirugía para extirpar tumores malignos como la violencia y la discriminación que nos hieren profundamente el alma.
*Maestra en Ciencias de la Comunicación.
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