Los vecinos oceánicos derrotaron 22-13 a Colombia el jueves, en una votación del Consejo de la FIFA.
La votación se dividió en bloques continentales, con Europa uniéndose a Sudamérica a favor de Colombia.
El torneo se expandirá a 32 selecciones — ocho más que la edición disputada el año pasado en Francia — y debe arrancar en julio de 2023.
Se jugaría en 12 ciudades, siete en Australia y cinco en Nueva Zelanda. El estadio principal sería el que se empleó para los Juegos Olímpicos de Sydney 2000.
Después de un exitoso Mundial el año pasado, la FIFA quiere que el siguiente torneo femenino se consolide más, marcando distancia con el de los hombres, y que tenga un mayor atractivo comercial.
La FIFA contempla desembolsar 100 millones de dólares para el certamen de 2023, para premios, la preparación de los equipos y permitir que los clubes cedan a las jugadas. Fue una promesa hecha el año pasado por Gianni Infantino, el presidente de la entidad rectora del fútbol mundial.
Sudamérica tendrá que seguir esperando por ser sede de un Mundial femenino por primera vez. El torneo se disputa desde 1991.
El proyecto de Colombia no recibió buenas calificaciones en la evaluación de las candidaturas que se publicó el mes pasado, quedando rezagada como opción comercial. Australia-Nueva Zelanda era la que ofrecía menor riesgo y recibió una puntuación de 4,1 de un máximo de 5. Colombia recibió un 2,8.
Una tercera candidata, Japón, se retiró el lunes. Ello facilitó que Australia, también miembro de la Confederación de Asia, obtuviera la adhesión de esa región. Nueva Zelanda es parte de la zona de Oceanía, más pequeña.
La edición de 2023 será el primer Mundial en cualquiera de las ramas con sedes de dos confederaciones distintas. Será el primer torneo femenino con más de un país sede.