Estamos en el período de promesas de la campaña electoral para Presidente de la República y congresistas senadores y diputados. Todos con promesas para cumplirlas al ser elegidos.
Yo ciudadano llegando al puerto de los 93 años, en mi habitación y biblioteca paso las horas, cumpliendo “Quedate en casa” por el Covid´19. Mis sueños Duartianos escuchan las promesas. Medito y recuerdo: El doctor Joaquín Balaguer su gran discurso en campaña era el silencio, nada de promesas, aplicaba la sentencia del filósofo Pitaco de Mitilene (600 A.C) quien aconsejaba: “No predigas lo que quieres hacer; porque si no lo cumple serás objetos de burlas”. También conocía del mismo filósofo: “El momento oportuno”, sentencia que aplicó cuando expresó: “No mueva esa tecla”.
El presidente Joaquín Balaguer envía un emisario a la compañía azucarera Gulf+Western solicitando que el dinero pendiente de pago de impuestos sea depositado en el Banco Central. El señor Bluborn guarda silencio, no paga los impuestos. El doctor Balaguer guarda silencio, no reclama. En su silencio aplica la sentencia de Nicolás Maquiavelo: “No te enfrentes con el poder si no tienes la seguridad de vencerlo”. Pienso que es propio de las personas inteligentes prever las cosas difíciles antes de que sucedan para que no sucedan.
El presidente de la República profesor Juan Bosch, lo viví como un noble estoico, pureza moral espiritual. Su expresión “vamos al poder para servir al pueblo y no a servirnos del pueblo”. Así lo hizo. Ejerció un sistema de limpia pura democracia. Fue la muerte a la democracia desde el golpe de Estado. La carta que escribió es un retrato nítido de su hombría de bien, de un hombre de Estado sin nada que manche sus actuaciones. Fue un mal para la patria sacarlo del poder que con pureza ejercía. Leamos su carta en el cautiverio en el Palacio Nacional el 26 de septiembre de 1963.
“Ni vivos ni muertos, ni en el poder se lograría de nosotros que cambiemos nuestra conducta. Nos fuimos opuestos y nos opondremos siempre a los privilegios, al robo, a la persecución, a la tortura.
Creemos en la libertad, en la dignidad y en el derecho del pueblo a vivir y a desarrollar su democracia con libertades humanas pero también con justicia social.
En siete meses de gobierno no hemos derramado una gota de sangre, ni hemos ordenado una tortura ni hemos aceptado que un centavo del pueblo fuera pasar a manos de ladrones.
Hemos permitido toda clases de libertades y hemos tolerado toda clase de insultos, porque la democracia debe ser tolerante, pero no hemos tolerado persecuciones, ni crímenes, ni torturas ni huelgas ilegales, ni robos, porque la democracia respeta al ser humano y exige que se respete el orden público y demanda honestidad.
Los hombres pueden caer, pero los principios no. Nosotros podemos caer, pero el pueblo no debe permitir que caiga la dignidad democrática. La democracia es un bien del pueblo y a él le toca defenderla. Mientras tanto, aquí estamos dispuestos a seguir la voluntad del pueblo”. Valoramos al Presidente de la República Juan Bosch, hombre de pura dignidad, majestuoso, moralista, estoico y firme Demócrata.
Debo decir: El día del golpe de Estado yo estaba en la Academia Naval de Annapolis, Armada de Estados Unidos. En un estudio práctico de cuatro mil Guardiamarinas, tenía todo lo necesario.
Éramos 36 oficiales extranjeros del curso: Gerencia de Suministro Naval.
Al llegar al hotel Roger Smith, en Washington D.C, al solicitar la clave de la habitación me entregaron una nota: llamar al agregado naval, Capitán de Navío Francisco A. Amiama Castillo. Llamo al querido hermano Frank y me dice que le dieron un golpe de Estado al Presidente Bosch. Yo me estremecí de pena, pensé que era un atraso y sufrimiento para el pueblo, pensando eso tendría su reacción. Triste fui a la habitación, no cené y me era imposible dormir. Veía mi pueblo huérfano en sufrimiento y un caos social. Para mí el Presidente Bosch era una pureza de patria nueva. Han pasado los años y sigo con firmeza los mismos pensares.
Hoy los dejo con Thomas Paine: Los derechos del hombre: “Mi patria es el mundo y mi religión hacer el bien”, y con Marco Tulio Cicerón: “El bienestar del pueblo es la ley suprema”.
Consérvense bueno. Una alegría, amor, aceptación, bendición y agradecimiento totales. Estas son las cinco actitudes de Dios. El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.