Tiene razón Ricardo Trotti cuando escribe que “las riñas entre líderes (…) dificultan prestar atención a las verdaderas amenazas contra la paz y la seguridad en la región: el hambre y la inseguridad alimentaria”.
Sigue fuerte el concepto de “divide y vencerás”. Sólo que ahora triunfa, en medio de tantas absurdas divisiones lo que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), denomina: "crisis silenciosa".
Latinoamérica se debate entre sequías, carencia de alimentos, e inseguridad alimentaria. Las malas políticas agropecuarias y la poca atención a la ancestral agricultura, es decir, a las posibilidades que ofrece la tierra madre, se insertan a un cúmulo de agravantes que tienen que ver con “la recesión internacional, el alto valor de los combustibles, las plagas y los bruscos cambios climáticos”.
La temida pobreza avanza y, como la muerte gris, ensarta en su guadaña a miles de nuevos hambrientos del continente. No se trata de pasión, sino de datos verídicos: de los mil 100 millones de desnutridos en todo el mundo, (“cifra que aumentará un 11% para diciembre, según la FAO), en Latinoamérica existen 53 millones de personas hambrientas, 13% más que en 2008.
Los analistas temen a que esta “desestabilización silenciosa” origine golpes de Estado y traen a la memoria los sucesos ocurridos en Haití el pasado año y otros espectaculares acontecimientos del pasado reciente. En el presente califican la situación como “bombas de tiempo”, que deben ser desactivadas cuanto antes.
En la República Dominicana, la pobreza y la inequidad social constituyen más que un motivo de preocupación y análisis cotidiano.
Cada vez más se comprende que la desigualdad en la distribución de las riquezas, el despilfarro y la corrupción han intensificado el deterioro del país y, sobre todo, la existencia de las capas más vulnerables, como son la niñez, las mujeres y los envejecientes.
Con palabras de Trotti, publicadas en un interesante artículo sobre el tema, concluyen estas líneas, que dicen así:” Culpables o no, los países ricos y los pobres deberán sentarse a la misma mesa en la Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria…”.
“Latinoamérica y el Caribe tienen un futuro brillante en la lucha mundial contra el hambre. Los recursos humanos y naturales son extraordinarios. Sólo le basta a los políticos bajar los decibeles, dejar de pelearse y congeniar estrategias de producción. El trabajo y el empleo se encargarán de fortalecer la seguridad alimentaria y la democrática”.
El mensaje es válido para todos.