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El ayuno regular, una pausa bienvenida por el organismo

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Los ayunos se observan en casi todas las prácticas religiosas del planeta. Son saberes antiguos que exploran la importancia de darnos pausas físicas y mentales. Los primeros días de enero, en que bajan las revoluciones y queremos darnos un descanso, pueden ser el momento indicado para entender el significado de esta palabra.

La doctora Carmen Barrera, especialista en medicina integrativa, ve el ayuno como una pausa saludable y desintoxicante. “Las células tienen tiempo para sacar toxinas y depurar el sistema linfático. Si a eso se le añade tomar agua, equivale a un día de limpieza de la casa”. Lo más valedero, dice, es poner la intención en hacer un ayuno en que el cuerpo descanse. “Es como dejar descansar el motor de un vehículo un día. Tendrá menos kilometraje”.

Un ayuno de 24 horas o menos, una vez por semana, no tiene repercusión negativa en el estado nutricional, indica la licenciada en nutrición y dietética Vanny Álvarez. “No se van a modificar los comportamientos corporales. Nuestro cuerpo tiene reservas en el hígado y los músculos, que empiezan a consumirse después de varias horas sin ingerir alimentos”.

El ayuno como parte del estilo de vida para un corazón más saludable

El ayuno regular está asociado con tasas más bajas de fallo cardiaco y longevidad, de acuerdo a dos estudios recientes, desarrollados en Utah, con miles de participantes, cientos de ellos miembros de una comunidad religiosa que por precepto ayuna un domingo de cada mes, no fuma y no consume alcohol.

El primer estudio siguió por cuatro años a 2.000 personas que se habían sometido a una cateterización cardiaca, incluyendo a 389 ayunadores regulares que habían mantenido esta práctica por años. Este último grupo tuvo una tasa de mortalidad 45 % más baja que los demás.

El segundo estudio se basó en los datos de esos mismos pacientes y se enfocó en cómo el ayuno afecta a los infartos y el fallo cardiaco. Si bien en lo primero no hubo diferencia significativa, los ayunadores tuvieron una tasa 71 % más baja de desarrollar fallo cardiaco, informó el médico que lideró la investigación, Benjamin Horne, a la Asociación Americana del Corazón.

El ayuno emocional: el que no practicamos

La naturaleza, señala la doctora Barrera, tiene su propia forma de ayunar, con pausas y ritmos conscientes, como la caída y la puesta de sol, en que nos permite también a nosotros descansar de la luz del día. Pero por supuesto, hemos encontrado maneras de seguir adelante en el modo nocturno.

Así, hemos olvidado el descanso físico y mental, pero también un ayuno importante: el emocional. “Si tengo mucha rabia, voy a observarme, para detener la frecuencia de mi rabia. Si estoy con estrés, hoy voy a reducir esa carga que me está enfermando. El exceso de resentimiento, tristeza, miedo, incertidumbre e infelicidad amedrentan el cuerpo, nos aplastan y nos enferman”, sostiene Barrera.

El ayuno no es pasar hambre ni ponerse irritable. Todo el cuerpo toma la decisión, no por obligación, sino con intención.

A esto, la médica le llama un segundo peldaño del ayuno: el de las emociones. “¿Cuánto tiempo voy a ayunar de la hiperresponsabilidad, de tener los hombros rígidos, de la cara seria?”.

El ayuno debe ser voluntario y consciente

También por la connotación cultural y religiosa, el ayuno puede asociarse, erróneamente, con sufrimiento y aflicción, lo cual disuade a muchos. Es fundamental desaprender esto, opina Barrera, y que cuando se decida ayunar no sea un sufrimiento, sino una decisión con levedad, entusiasmo y alegría. “El ayuno no es pasar hambre ni ponerse irritable. Todo el cuerpo toma la decisión, no por obligación, sino con intención”.

El ayuno tampoco tiene que ser de absoluta inanición. Este es otro concepto que Barrera combate. Hay ayunos de líquidos, de frutas, de legumbres. “Lo que le convenza a usted, de manera que diga: ‘Sí, esto será agradable’”.

El ayuno no puede ser una imposición. “Cuando se le dice a alguien que no puede tomar café o azúcar, uno puede ver la cara con que recibe la orden”. Esa emoción puede llegar a indisponerlo, aún más que la dieta. El ayuno o abstención debe ser voluntario y producir determinación e incluso felicidad. “Si lo hace con inconformidad, eso lo dañará más que si no hubiese hecho ninguna dieta”.

¿Todos podemos hacer ayuno?

Ciertas condiciones físicas, como la diabetes, pueden no beneficiarse de un ayuno absoluto o de frutas (demasiados azúcares), sino de ensaladas o de vegetales. Los ayunos son para los adultos, no para los niños y tal vez ni siquiera para los adolescentes. “De ahí, exceptuando ciertas condiciones de salud o psiquiátricas, que tienen que observar rigurosamente las guías nutricionales, todos podemos hacerlo”, afirma Barrera.

La nutricionista Álvarez hace notar que los ayunos prolongados, de varios días, de tipo ascético, sí pueden producir casos de desnutrición severa, al agotar las reservas proteicas del cuerpo.

Una propuesta interesante: la alimentación intuitiva

Esta corriente propone comer de todo y aun así tener el peso deseado. Opera con la premisa de que perder peso no tiene que ser una tortura. Numerosas personas pasan por un aluvión de dietas y libros nutritivos que les prometen un camino rápido hacia el peso soñado.

«No», enfatiza Mareike Awe, médica alemana, especialista en nutrición, partidaria de la llamada alimentación intuitiva, que se basa en escuchar las necesidades del cuerpo. “Nos dice exactamente lo que necesitamos y lo que no», destaca Awe.

Exceptuando ciertas condiciones de salud o psiquiátricas, que tienen que observar rigurosamente las guías nutricionales, todos podemos ayunar.

«El principio se basa en comer cuando se tiene hambre y comer lo que a uno le apetezca». La médica destaca que a veces también pueden ser carbohidratos o grasas.

«Disfrute conscientemente de su comida y deténgase cuando se sienta cómodamente lleno», remarca Awe, quien insiste en no pensar en las reglas de la dieta, porque se corre peligro de entrar en un círculo vicioso de renuncias y atracones.

Comer atentamente y sentir las señales del cuerpo también lo suscribe Nils Altner, investigador de temas de educación y salud en el Departamento de Naturopatía y Medicina Integral de la Universidad de Duisburgo-Essen. «Sería ideal si aprendiéramos a guiarnos por nuestra brújula interior», opina el científico.

¿Pero cómo se logra eso? ¿Cómo podemos hacer para no comer un plato de cosas deliciosas lleno hasta el tope, aunque en realidad ya estamos más que satisfechos?

«Tomándonos el tiempo necesario para comer como si fuera una actividad plena», remarca Awe, y recomienda como ejercicio hacer una celebración de la comida.

«Lo importante es concentrarse solo en la comida, evitar las distracciones y cada tanto colocar el cuchillo y el tenedor a un lado». Awe destaca que así uno puede percibir cuando aparecen las primeras señales de saciedad.

Hay días en los que, sin embargo, se interponen ciertos obstáculos. ¿Qué pasa, por ejemplo, si no se tiene hambre a la hora indicada?

Awe asegura: «Con un poco de práctica, se puede planear». La nutricionista sugiere que si la familia come normalmente a las ocho de la noche y uno tiene hambre una hora antes, se puede llenar ese hueco con algunas nueces u otro pequeño tentempié. Después pueden cenar todos juntos.

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