Estamos, como dicen los ancianos, que “no salimos de una para que llegue la otra…”.
Ahora, otro escándalo de corrupción se suma a la cadena de hechos oprobiosos que afectan a la sociedad dominicana y, esta vez, nada menos que relacionado con el Senado de la República y la adquisición de útiles escolares “que serían repartidos por los senadores en sus respectivas comunidades”.
Se dice fácil: unos RD$7 millones y viene a la reflexión, sin poder evitarlo, la angustia existente en los hogares dominicanos, sobre todo de las familias con menos recursos económicos, que son definitiva la mayoría, en el afán por conseguir libros y otros útiles escolares para que puedan sus hijos recibir el don de la enseñanza, en aulas por demás con problemas infraestructurales que pudieran solucionarse con fondos como estos.
Si bien habrá que esperar una respuesta del Senado acerca de tal operación, aún cuando se señala que se desconoce si el presidente la Cámara Alta del Congreso, Reinaldo Pared Pérez, tiene o no conocimiento, la connotación de un hecho fraudulento de esta envergadura intensifica esa sensación ambigua de no saber hacia dónde girar la mirada en busca de soluciones, en un país que cada vez parece descender más en los propósitos de erradicar un mal que corroe y debilita la institucionalidad y golpea desde lo más sensible de sus adentros.
Sí, es muy crítica la situación que se vive y como escribe un lector en estas mismas páginas “(…) La corrupción se encuentra por todas partes, que lamentable. No hay nadie que pare esto.
Sólo el pueblo con su voto soberano puede ponerle un pare a todo este desorden institucionalizado”.
Ese mismo pueblo exige de una vez y por todas, que se aclaren actos como estos, no con mecanismos de “Stop Payment”, ni nada que se le parezca.
La realidad implica transparencia y una voz autorizada que se alce y exija un verdadero “Stop” en acciones fraudulentas y corruptas de este tipo.
¿La habrá aún?
