Los dieciséis años consecutivos en el poder consagran al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) como la organización política que ha gobernado a la República Dominicana por el espacio de tiempo más largo después del derrocamiento de la tiranía trujillista.
Por tal razón, la derrota del 5 de julio del 2020 ha sido, probablemente, la más angustiosa pesadilla que desde su fundación ha atormentado al partido que fundó el profesor Juan Bosch con la frustrada ilusión de completar la obra de Juan Pablo Duarte.
Ser derrotado y, por lo tanto, retornar a la oposición, después de disfrutar durante dieciséis años de las mieles del poder, es una experiencia decepcionante y angustiosa, pero natural en una democracia representativa.
El PLD perdió el poder y pasó a ser un partido de oposición, por lo que, con toda seguridad, sus principales líderes no volverán a proclamar, revestidos de soberbia, la socorrida frase: “El poder no se desafía”.
De conformidad con el politólogo Giampaolo Zucchini, contenida en el Diccionario de Política de Bobbio, Matteucci y Pasquino, la oposición puede ser definida como “la unión de personas o grupos que persiguen fines contrapuestos a aquellos individualizados y perseguidos por el grupo o por los grupos que detentan el poder económico o político o que institucionalmente se reconocen como autoridades políticas, económicas y sociales respecto de los cuales los grupos de o. hacen resistencia sirviéndose de métodos y medios constitucionales legalistas o ilegales”.
Conforme al criterio externado por el destacado politólogo italiano Gianfranco Pasquino, en su obra La Oposición, esta “debe ser dura o inflexible; constructiva o intransigente; crítica o conciliadora; propositiva, es decir, con la mirada puesta a largo plazo, o reactiva, esto es, luchadora de batallas cotidianas”.
¿Cómo será la oposición que le hará el Partido de la Liberación Dominicana al gobierno del presidente Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno? La respuesta es la siguiente: “será dura, intransigente, crítica y reactiva”. Así se comportó el PLD durante los gobiernos del PRD que encabezaron don Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco e Hipólito Mejía.
Tan pronto el presidente Abinader asumió el poder, el 16 de agosto del pasado año, el PLD le mostró sus garras opositoras al cuestionar las primeras medidas adoptadas por el nuevo gobierno para enfrentar la pandemia.
Pero su descaro fue mayor al criticar los prestamos tomados recientemente por el gobierno, a pesar de que en sus gobiernos reino como nunca el endeudamiento público.
Otra muestra de la implacable oposición del PLD es la advertencia del aguerrido vocero de los senadores, Iván Lorenzo, de que no votarán por nuevos préstamos. Es innegable que ni el PRD antes la creación del PRM, ni este después de creado, se comportaron de una manera tan ácida en el Congreso Nacional.
Al observar el tradicional comportamiento del PLD cuando está en la oposición, se puede apostar a que, tan pronto le sea conveniente, sus militantes convertirán las calles y plazas de las ciudades en escenarios de agitación contra el gobierno del PRM.
Finalmente, conviene destacar que el congreso renovador de los organismos directivos del PLD, sin espacio para críticas y autocríticas, se hizo de inmediato, con el fin de disponer de más de tres años para, mediante una oposición fuerte, intentar retornar al poder en el 2024.