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Ser periodista hoy

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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El periodismo de hoy, guste o no, es una profesión alineada con un bando u otro. Pero, los sojuzgados o controlados por el gobierno son legiones. El presidente Leonel Fernández nos ha impuesto el siniestro y antidemocrático principio de “o estás con el poder o estás jodido”.

El poder, el gobierno, paga, utiliza a la gran mayoría de profesionales que esgrimen la inteligencia para vivir, viéndose obligados a defender las tesis del gobierno que es el que le paga. Lo logran por diferentes vías, como asesores, por contratos de publicidad que proceden del gobierno y que en gran medida son el aliento que mantienen vivos a los productores de radio, televisión, o como asalariados, etc.

Quienes no lo crean sólo tiene que revisar el registro de nóminas, ayudas, becas, subvenciones, colaboraciones, asesoría, contratos de publicidad de los Ayuntamientos, Cámara de Diputados y Senadores y del Gobierno.

Y no es que el periodista no tenga derecho a militar en un partido político, a defender su gobierno, no, es que la generalidad se presenta como independiente, le cogen a todos, están en todos los gobiernos. Son periodistas aplaudidores.

El periodismo en Santiago, y en todo el país, salvo excepciones imperceptibles, ha dejado de ser luz y guía para transformarse en materia gris sometida al poder municipal, al gobierno, que lo utiliza para fabricar argumentos, orientar debates, manipular y controlar a la sociedad.

Los que quedan fuera de las garras del gobierno municipal o del poder estatal suelen sobrevivir penosamente y pagan un alto precio por ello.

El gobierno municipal ha conseguido el silencio cómplice y la oscuridad ante los escándalos de corrupción, nepotismo y la falta de transparencia en el manejo de los recursos del cabildo.

Muy pocos periodistas en Santiago y el país, por no decir ninguno, han incorporado a su desempeño profesional los principios generales del periodismo anglosajón: distancia del poder político; balance informativo; independencia económica; separación de lo editorial y lo empresarial y, código de ética.

Pero, tendrá que producirse algún cambio de conducta de la prensa en Santiago, porque ya observamos la reacción de una ciudadanía impaciente ante la corrupción pública, ante la falta de rendición de cuentas por parte del Síndico de Santiago, por parte de las instituciones públicas. Ese círculo vicioso, esos amores, entre el poder político del gobierno municipal y estatal y los comunicadores ha invisibilizado a la sociedad a la que se deben.

Mauricio Velasco ha expresado que “mientras la política puede considerarse como el arte de gobernar, el periodismo puede ser comprendido como el arte de de manejar la información; por tanto, uno y otro aspecto giran en relaciónala sociedad y por tanto tienen un carácter público que se fundamenta sobre la ética”.

Siempre debemos tomar en cuenta, no debemos olvidar nunca, que históricamente no ha habido una separación tajante entre Estado y prensa, sino más bien una relación incestuosa debido a las ventajas mutuas para sus intereses políticos y económicos.

Ahora observamos una actitud peligrosa: una relación directa entre periodistas y poder político. Ya no es sólo entre medios y poder político Ya no hay mediación, es una relación directa que busca lucrar e influir, no es un compromiso político por convicción ideológica o afinidades de propósitos.

Habrá que inducir, educar a la ciudadanía para que establezca una lectura crítica de los medios, de los periodistas; el lector, el oyente, tendrá que escarbar más allá de la supuesta realidad de la noticia, hacerle ver que la construcción de la noticia implica un recorte de la realidad, donde se dejan de lado aspectos fundamentales de la vida.

La generalidad de los políticos prefiere pagar para callar, por más relación político-financiera que se establezca entre el ejercicio del periodismo y el ejercicio del poder político, por más noviazgo que tengan, los políticos no tienen un particular aprecio por los periodistas y por la prensa.

Claro, no me refiero al periodista político, al que asume con responsabilidad su simpatía, su militancia política o ideológica, como la asumieron y le costó la vida a un Orlando Martínez, a un Gregorio García Castro, etc.

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